Bruselas, parada obligada para las grandes firmas de Silicon Valley

La ciudad se ha convertido en símbolo de unas políticas más restrictivas a las que están acostumbrados los gigantes tech en su país.

Google, Amazon, Microsoft, Uber… prácticamente no hay una de las grandes compañías de Silicon Valley que no se haya tenido que ver las caras con Bruselas al expandir su presencia en la Unión Europea.

Muchos de los organismos reguladores relacionados con sus prácticas tienen su sede en la capital de Bélgica. Los frecuentes choques entre unos y otros hacen que los gigantes tecnológicos incrementen su presencia aquí, destinando gente y recursos a minimizar el impacto de la legislación comunitaria. Como recuerda The Wall Street Journal, Google, Microsoft e IBM están entre las diez compañías que más reuniones de alto nivel han tenido en la UE desde diciembre, por encima de otras europeas.

Uno de los casos más conocidos es el de Google, objeto de una larga polémica con Bruselas, que lleva años planteando si la empresa de Mountain View realiza prácticas monopolísticas. Tras varios amagos de acuerdo, el último (o penúltimo) capítulo de la historia pasa por el gigante de las búsquedas negando las acusaciones de las autoridades europeas. Todo esto ha hecho que desde 2013 doblen las cantidades desembolsadas para formar lobbies en Bruselas.

Las acusaciones de la Comisión Europea pasan también por las prácticas financieras de las empresas. Por ejemplo, Amazon ha sido objeto de escrutinio por posibles ventajas fiscales ilegales. Además, está siendo investigado con Netflix para descubrir si sus políticas son restrictivas. También Apple estuvo en el punto de mira por posibles beneficios fiscales en Irlanda. Microsoft también ha sufrido distintos procesos, sumando hasta 2.200 millones de euros en multas.

En los últimos tiempos ha surgido otra preocupación: el uso de los datos personales de los usuarios, que ha llevado a que Microsoft inaugurase un centro de transparencia en Bruselas. Con todo esto, no es de extrañar que, como dice el WSJ, las empresas se preocupen por si Bruselas se convierte en el árbitro de internet.