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Tal día como hoy, pero hace diez años, el índice bursátil Nasdaq, que recoge los valores de las compañías tecnológicas, abría en racha, el último día de un lustro de alegrías. Al cierre del mercado, su valor estaba en los 5.048,62 puntos, el doble que el mismo día del año precedente (y menos, por cierto, que algunos picos del intradía).
Al día siguiente empezó la debacle y el fin de lo que, hasta el hartazgo, se había llamado nueva economía. El estallido, en fin, de la burbuja puntocom. “Veremos el Nasdaq sobrevalorado en algún momento, pero en general éste es el camino hacia el futuro“, concluía un analista el día 10, tal y como recupera la BBC.
Como se han encargado de demostrar los hechos no era el camino hacia el futuro. La empresas puntocom iniciaban su andandura con una buena (o aparentemente buena) idea y esperaban que los beneficios llegasen con el tiempo. El inicio sería un mar de pérdidas y complicaciones que se solventarían con el tiempo. El tiempo demostró que con algunas firmas así ha sucedido (Google nació en medio de la burbuja), aunque otras no.
El problema estuvo en que los inversores confiaron que sucedería con todas y cada una de las firmas que se lanzaban a cotización y acudieron como moscas acuden a la miel a las OPV de las empresas puntocom. eToys.com salió con un precio por título de 20 dólares. Cerró en 85. ¿Qué empresa no soñaría con una entrada en cotización así?
En medio de la locura, y poco antes del estallido de la burbuja, Time Warner se hizo con AOL. Los tiempos se prometían felices pero ¿qué llevó al desastre tras el cierre del mercado el día 10?


Quizás la fuerza de los hechos o quizás que todas las burbujas acaban estallando algún día. No todos los negocios que iniciaron su andadura al calor de la burbuja (que ahora los especialistas fechan con un inicio claro en 1995) tenían porqué acabar siendo rentables.
El mercado, tras un fin de semana de parón y reflexión, no retomó la tendencia alcista del cierre del día 10. Poco después Microsoft fue acusada formalmente de ser un monopolio, lo que hizo temblar a todo el sector tecnológico.
Algunas de las aventuras que habían protagonizado OPV asombrosas simplemente se despeñaron: en 2001, eToys pidió la protección por bancarrota.
Los inversores empezaron a pensarse mejor en quien invertían y a quien daban la mano, lo que creó una mayor escaseza de capitales en el mundo de las nuevas tecnologías. El mercado simplemente se resintió y las cotizaciones locas llegaron a su fin.
Las consecuencias de la burbuja puntocom y su posterior estallido están lejos de haber sido flor de un día y sobre todo flor de año 2000. AOL se separó de Time Warner todavía en 2009 y Lycos o GeoCities, apuestas totalmente de los tiempos de la burbuja, han llegado con problemas pero han llegado al fin de la década.
Las caras de los culpables, en el siguiente reportaje