Humedecer la arena pudo ser el secreto para construir las pirámides de Egipto

Cualquiera que haya tratado de construir un castillo de arena se habrá percatado de que resulta completamente imposible hacerlo con la arena completamente seca. Debe tener un cierto grado de humedad para poder adoptar la forma deseada así como la cohesión necesaria para no desmoronarse.

La adición de agua a la arena modifica o suficiente sus propiedades como para reforzar la cohesión de los diminutos granos de arena y basándose en ese mismo principio un grupo de físicos capitaneados por Daniel Bonn, de la Universidad de Amsterdam, han comprobado que mediante la acción del agua sobre la arena se refuerzan los “puentes” que se tienden entre los distintos granos de arena, manteniéndoles unidos.

arena

Esto confiere a la mezcla cierta cualidad adherente que además permite una considerable reducción de la fricción de los objetos que se desplazan sobre la arena, algo que sin duda habrás comprobado alguna vez al caminar sobre el barro, que puede llegar a ser muy resbaladizo. Controlando la cantidad de agua presente (siempre cantidades muy reducidas) se puede producir esa reducción de la fricción que ayuda a deslizar objetos sólidos (¡y pesados!) sobre la arena, como así ha podido comprobar en condiciones de laboratorio el equipo de Bonn, como aparece reflejado en la fotografía ut supra.

Según se aumentaba la cantidad de agua presente en la arena aumentaba el coeficiente de deslizamiento al mismo tiempo que disminuía la fuerza necesaria para tirar del objeto a desplazar.  Este sistema parece algo más sencillo que otros que se han relacionado con la técnica para desplazar los inmensos bloques con los que se construyeron las pirámides, como el que consiste en ir colocando cilindros de madera bajo los bloques o el de colocarlos sobre gigantescos “trineos” que probablemente se quedarían clavados en la arena debido a la escasa sección de sus patines.

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