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Muy pocos de quienes se han preparado para trabajar en la NSA, la Agencia de Seguridad Nacional, pensarían que una día su misión sería escudriñar fotos y vídeos porno, pero esa es la misión de un selecto grupo de analistas que además disponen a tal efecto de un ala especialmente aislada del resto de sus compañeros.

Ahí ubicados, en la más estricta intimidad y rodeados de los mayores medios de seguridad de la mayor agencia gubernamental de seguridad, la tarea de los empleados de esta sección tan particular de la inteligencia estadounidense es no dejar pasar por alto un cero ni una coma insertados en un contenido pornográfico por si ahí se ocultase la clave capaz de conducir a desbaratar un posible atentado terrorista. Tanto es así que cuentan con sus propias estancias aisladas del resto en la base de la NSA de Fort Meade y no solo eso, sino que un completo equipo de personal de apoyo, especialmente psicólogos y terapeutas especializados cuidan de mantener la salud mental y el equilibrio de este equipo de analistas cuyo trabajo consiste en revisar ingente cantidades de porno, en ocasiones incluyendo contenidos capaces de herir gravemente la sensibilidad de quien se ve sometido a tal aluvión de imágenes gráficamente explícitas.

Los profesionales de la salud mental incluso preparan previamente a los analistas para el material con el que van a tener que enfrentarse, en muchas ocasiones para poder encontrar pistas en el propio material grabado en ocasiones por los propios terroristas, en el que inmortalizan algunas de sus fechorías como abusos sexuales (incluyendo a menores) a fin de poder localizar algún dato que permita conocer mejor tanto los emplazamientos donde tienen lugar las grabaciones como cualquier detalle acerca de los protagonistas de tan duros vídeos.

Estos materiales son frecuentemente intercambiados por algunos grupos de terroristas, como los yihadistas, pero también se encuentran almacenados en los dispositivos informáticos que son requisados cuando se produce alguna detención o algún ataque. Aunque en ocasiones el material encontrado también incluye grabaciones de actos violentos, como las que en los últimos tiempos son difundidas por el Ejército Islámico, desde la NSA se asegura que la inmensa mayoría de los contenidos son sexuales, y que además de los grabados por los propios terroristas también hay gran cantidad de porno “comercial” que también deben revisar para cerciorarse de que no contiene información o datos pertinentes para sus investigaciones.

Las dependencias donde se examinan estos materiales están especialmente aisladas del resto y además de las habituales medidas de precaución sólo el equipo de analistas específico está autorizado a acceder y revisar los archivos, teniendo a su entera disposición un permanente dispositivo de los mencionados profesionales de la salud mental a los que poder recurrir con entera libertad y con la mayor de las discreciones. No en vano la sobreexposición a imágenes de tanta crudeza comporta un riesgo de verse afectados con episodios de estrés, ataques de ansiedad por la impotencia experimentada, irritación o insensibilización tanto a la violencia como al estímulo sexual en función de los vídeos analizados.

Un antiguo empleado de la NSA en su base de Hawaii explica que antes de que se creasen estas salas especiales, con personal especializado de apoyo instalado en oficinas cercanas para poder asistir a cualquier analista cuando sienta que lo necesita, estas labores se realizaban en áreas concretas de los típicos cubículos sin más aviso que algunos carteles para alertar a cualquiera que pudiera pasar cerca y posar sus ojos sobre los monitores de los analistas.

vINQulo

The Daily Beast