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Fujitsu invierte en diversas áreas: cloud, tecnología de sensores, comunicaciones móviles (entendidas como dispositivos para transportar datos) y supercomputación y Big Data.

El ordenador más potente del mundo lleva su sello. Se llama K (Key, por su pronunciación en inglés y Kei, 10 cuadrillón en japonés) y tiene una potencia de 10,5 petaflops. Su competidor inmediato en el top cinco de los ordenadores más potentes del mundo tiene 2,57 petaflops.

En definitiva; el ordenador tiene 705.000 cores capaces de funcionan a la vez. Cada “armario” contiene 96 nodos de cómputo y cada nodo tiene un único procesador y 16 GB de memoria.

Y es que Big Data no sólo significa la capacidad de manejar grandes volúmenes de información; Big Data también es la capacidad de gestionar esa información a una gran velocidad.

Los usos de un supercomputador como K son diversos: puede utilizarse para predecir fenómenos naturales en tiempo récord o para construir un coche de fórmula 1 de manera virtual, simulando efectos atmosféricos, evitando los costes de construir un prototipo físico.

Pero para Adriano Galano, director de desarrollo de negocio de servidores de Fujitsu, la supercomputación puede ser el aliado estratégico para la medicina y la forma idónea de optimizar la forma de descubrir la cura a muchas enfermedades o gestionar la sanidad de forma más eficiente.

Imagina una sociedad tecnológica-inteligente. Por ejemplo: un ciudadano porta un reloj inteligente que controla sus constantes vitales. De pronto sufre un infarto. El reloj envía una señal a la ambulancia, que a su vez y gracias a la tecnología GPS, elige el trayecto más corto para llegar al paciente.

En el hospital el médico, que dispone del informe con las especificaciones del paciente y lo ocurrido, espera la llegada del enfermo.

A pesar del alto coste que supone la construcción de un ordenador de semejantes capacidades (1.000 millones de euros en el caso del K) los resultados que pueden obtenerse gracias a él, rentabilizan con creces la inversión inicial.

No obstante quedan aún muchos pasos por delante. Por ejemplo: diseñar el software necesario para hacer un cálculo paralelo para estas escalas que maneja la supercomputación. La respuesta ya tiene nombre y apellido: Open Source, y ya hay iniciativas que pretenden vincular a los científicos de cálculo con la comunidad de código abierto.