Menos Google, más Microsoft

Google es cada vez menos Google. O en todo caso esa es la sensación que fluye últimamente por algunos corrillos tecnológicos, con una coletilla: Google es cada vez más Microsoft. Y no sólo porque Sergey Brin, uno de los co-fundadores de la compañía de Mountain View, se haya unido al club de los directivos que vierten declaraciones polémicas sobre su competencia directa (léase Facebook y Apple). Unas declaraciones que posteriormente fueron matizadas, y reorientadas a los gobiernos que intentan poner cortapisas a la web. Sino porque a nivel económico y de situación de mercado, el gigante de las búsquedas ha acabado en el mismo punto en el que se encontraba Microsoft a finales de los 90.

En su anuncio de resultados para el primer trimestre de 2012, Google confirmaba que ha superado por fin la barrera de los 30.000 empleados con una plantilla de 33.077 trabajadores a tiempo completo. Por su parte, la compañía más famosa de todo Redmond cerró su año fiscal 1999 con un total de 31.396 personas en sus filas. No es una correspondencia de cifras exacta, pero se acerca bastante. Por supuesto, durante los últimos trece años el equipo humano dirigido por Steve Balmer no ha hecho más que crecer y actualmente se acerca a los 100.000 miembros.

Del mismo modo ambas organizaciones ganan cada vez más dinero, con permiso de la crisis mundial. Microsoft ya factura 70.000 millones de dólares anuales y Google anda por los 37.900 millones de dólares en ingresos y los casi 10.000 millones de dólares en beneficios. El mismo nivel de imbatibilidad que manejaban los creadores de Windows hace una década: unos 7.800 millones de dólares en ingresos netos sobre ventas algo más discretas, 19.750 millones de dólares. Para desgracia de Brin y Larry Page, sin embargo, el viaje podría hacerse cuesta arriba de ahora en adelante. Y es que si el paralelismo entre ambas compañías continua sucediéndose, las acciones de Google deberían perder el 27% de su valor en los próximos años. De hecho, los analistas ya están haciendo notar su preocupación sobre unas perspectivas de crecimiento inciertas después de que la evolución de la firma en bolsa se haya estancado durante el último lustro.

¿Una tercera evidencia? Por primera vez desde su estreno en el parqué, Google ha anunciado una entrega de dividendos que se ejecutará a través de un “split”, lo que significa que por cada título que posean en estos momentos los inversores obtendrán uno nuevo sin derecho a voto y también implica que se preservará la estructura de mando vigente. Pero, a pesar de contar con 49.300 millones de dólares en liquidez, todavía no se ha atrevido a repartir las correspondientes ganancias. Microsoft no dio el paso hasta 2003, cuando su flujo de caja rebosaba los 43.000 millones de dólares y la re-inversión se volvía compleja.

Como curiosidad, y siguiendo con el emparejamiento de números, Ballmer y Bill Gates apenas sobrepasaban los 40 en 1999, mientras que los creadores de la compañía de la G cumplirán 39 primaveras a lo largo de este año.

Rompiendo con el “Don’t be evil”

Otras coincidencias se plasman en forma de pérdida de innovación (la burocracia acarreada por la conversión de Google en multinacional desde su estatus inicial como start-up de garaje está alimentando una paulatina fuga de cerebros), en su necesidad de expandirse hacia nuevos horizontes (ha saltado por encima de búsquedas y anuncios para adentrarse en el mundo de la televisión y los dispositivos móviles, el negocio de las energías renovables, el sector inmobiliario e incluso la comercialización de su propio refresco) y en la ambivalencia de contar con un imperio inconmensurable y verse obligado a cancelar aquellos productos menos rentables (hace nueve días daba carpetazo a otros tantos servicios).

Por último, pero no menos llamativo, Google se ha desviado de su filosofía base “don’t be evil”. Si hace un tiempo eran motivo de sanción las prácticas anticompetitivas de Microsoft, dada la posición dominante de su sistema operativo Windows a nivel mundial y la vinculación por defecto del navegador Internet Explorer en los equipos de sus socios de fabricación, ahora es la conducta de Google la que trae por la calle de la amargura a sus rivales. Entre ellos la propia Microsoft, que no ha pestañeado a la hora de denunciar al gigante de las búsquedas ante la Unión Europea por (supuestamente) dificultar el enlace a vídeos de Youtube y el acceso óptimo desde terminales Windows Phone, limitar la interoperabilidad de las campañas publicitarias y manipular los resultados de su buscador.