El mundo contra Google Street View

¿Se imaginarían en Google cuando lanzaron su servicio Street View que se iba a convertir en el objetivo principal de las demandas de usuarios y gobiernos? Seguramente contaban con que las fotografías a pie de calle no iban a ser plato de buen gusto para muchos, pero eso les ha pasado con casi todos los servicios nuevos que han ido lanzando. Poco a poco, las voces en contra se acallarían y todo el mundo lo aceptaría feliz preguntándose cómo eran capaces de vivir antes de Street View.

No obstante, tres años después de su lanzamiento (casi dos años después de su aparición en España), la situación es bien diferente: Google Street View tiene procesos legales en su contra abiertos en todos los continentes menos en la Antártida, y es el centro de un escándalo sobre su falta de respeto a la privacidad, al desvelarse que los coches que recorrían el mundo fotografiando las calles, también recogían información de las redes wifi abiertas que encontraban en su camino.

Las cifras hablan por sí solas: Google se enfrenta a 28 demandas en todo el mundo por su servicio, 23 países lo han prohibido o han amenazado con prohibirlo y, tan solo en Estados Unidos, la compañía tiene 33 juicios pendientes relacionados con sus productos. En España, la Agencia Española de Protección de Datos (AEDP) está investigando el servicio y Facua ha demandado a la compañía por atentar contra el secreto de las comunicaciones inherente a todo español.
 


La acusación: atentar contra la privacidad de los ciudadanos

Pero, ¿cuándo empezó todo esto? ¿qué desató la ira de usuarios e instituciones? Aunque la gota que colmó el vaso fue el reciente escándalo de las redes wifi, Street View se encontró con las reticencias de muchos países desde sus comienzos, especialmente en el Reino Unido y en Japón.

Google lanzó Street View en 2007, y fue ampliando la lista de ciudades y países fotografiados a lo largo de 2008 y 2009. Los primeros en protestar contra el servicio fueron los británicos, que indicaron que la fotografía a pie de calle de personas, vehículos, viviendas, etc, y su posterior publicación en Internet sin el consentimiento previo de los afectados atentaba contra la privacidad de los ciudadanos. El resto de la Unión Europea y Japón no tardaron en unirse a la causa, aunque todo se quedó en investigaciones que aún no han concluido.

El grueso de las demandas y prohibiciones llegaron más tarde, en abril de este año, cuando tras la presión de varios países europeos y en especial de Alemania, Google admitió que los coches que habían rastreado el mundo haciendo fotografías, también habían recogido y almacenado la información a la que accedían a través de las redes wifi sin contraseña que se iban encontrando. La información, que llegó hasta un total de 600 GB recogidos en más de 30 países, incluía direcciones de email y datos de carácter personal de los usuarios.

Desde Google explicaron que se trataba todo de un error, aseguraron que destruirían los datos con la presencia de testigos o, cuando se lo pedían, prometieron entregar la información a los gobiernos afectados para que estos valorasen la gravedad del caso. Pero ni las disculpas de la compañía ni sus supuestas buenas intenciones han logrado aplacar las iras de los países que, desde los propios Estados Unidos hasta Australia, pasando por la Unión Europea y por Japón, han ido sumando demandas y amenazas contra la compañía.

La actitud de Google durante todo el proceso ha sido también poco consistente, con actuaciones que parecen mostrar una doble moral o un extraño sentido del humor. Un ejemplo de esto es su relación con Alemania: tras asegurar que entregaría a las autoridades de protección de datos del país los discos duros con los datos recogidos, se saltó el primer plazo alegando un cierto temor a que, al ser los datos que iba a entregar de carácter personal, estuviese infringiendo con la entrega más leyes de protección de datos y que Alemania añadiese nuevos cargos contra ellos.
 
 


El futuro: incierto, tortuoso y largo

¿Cuál es el futuro que le espera a Street View? ¿Logrará esquivar demandas y prohibiciones y convertirse en un servicio habitual o morirá en el intento? De momento, todo parece depender de si Google es capaz de probar que lo de sus coches fue efectivamente un error y, más importante, que no volverá a suceder.

Mientras tanto, los países que le prohíben su entrada a los vehículos de la compañía no hacen más que aumentar: el último que se ha sumado a la lista de países que han vetado la toma de fotografías por parte de Street View ha sido Portugal, que ha asegurado que Google incumple la normativa de privacidad lusa.

Otros lugares en los que los coches de Street View no sacar fotografías son Grecia y Suiza. Además, Austria se ha convertido en uno de los países más activos en la presión a la Unión Europea, pidiendo al organismo que endurezca las leyes de protección de datos para poder así ocuparse del caso Street View con más posibilidades de ganar.

Desde Google, por su parte, repiten una y otra vez que ellos cumplen todas las normativas de privacidad, y que las caras y matrículas (los aspectos más repetidos por los detractores de la herramienta) se desenfocan de forma automática al hacer la fotografía, de forma que no existen copias de las imágenes en las que no exista esa pixelación.

Las actitudes de los países y de Google hasta el momento no apuntan hacia una resolución rápida del conflicto: ni unos parecen querer conformarse con las explicaciones del gigante, ni los otros quieren ceder ante los gobiernos. Una cosa sí es segura: habrá Street View para rato.