Pueden interpretar tu personalidad con sólo 50 tuits

Una mina de oro para las empresas de marketing directo, que gastan cada año millones en estudios de mercado y en conocer los gustos de sus potenciales clientes y que ahora van a poder afinar aún más sus ofertas gracias al método que ha desarrollado el Laboratorio Almadén de Investigación de IBM en San José (California, USA).

Hasta ahora los estudios demográficos hasta ahora han centrado su atención en aspectos como edad, sexo, estado marital, origen geográfico, nivel de ingresos… pero en esta investigación de IBM han optado por indagar en factores capaces de desvelar un perfil psicológico de mayor profundidad centrándose en valores, necesidades y rasgos de la personalidad.

La psicología moderna tiene en cuenta cinco dimensiones de la personalidad: extroversión, capacidad para llegar a acuerdos, consciencia, neurotismo y apertura a la experiencia, aspectos que debidamente identificados pueden llegar a predecir una compra. Por ejemplo una persona extrovertida preferirá un anuncio de móviles que prometa excitación a uno que prometa seguridad.

Como no a todo el mundo le gusta someterse a un test de personalidad el equipo de IBM ha logrado una técnica para extractar series de tuits y buscar en ellos palabras clave que contengan marcadores de los que se pueda relacionar con la personalidad, valores y necesidades del tuitero que los emite.

Analizando durante tres meses más de 90 millones de usuarios en Twitter se consiguió una serie de patrones capaz de enunciar con bastante aproximación los rasgos de personalidad de alguien teniendo acceso a 50 de sus tuits y en el caso de realizar el análisis en base a 200 tuits la precisión es asombrosamente acertada.

En la actualidad el sistema está siendo probado por una empresa de servicios financieros con vistas a su lanzamiento comercial a finales de este año o comienzo del siguiente. Se trataría de obtener un software capaz de servir para identificar personalidades individuales más que “vagos borrones sociales”.

vINQulo

The Economist