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“Gracias a Dios, creo que su estupidez lo salvó”. La madre de una mula confiesa al reportero de The Washington Post como un error tonto ha salvado a su hijo de 24 años de cometer un delito y da luz a cómo son y quiénes son las mulas, la figura clave para cualquier delito de phishing y un desconocido.
¿Es el retrato de una mula la descripción de un pardillo? Estas personas actúan como intermediario entre la red mafiosa dedicida a escamotear las cuentas bancarias y sus víctimas. La mula toma el dinero y lo manda mediante un intermediario a las cuentas finales, lo que ayuda a borrar el rastro y eliminar pruebas.
Captados mediante ofertas engañosas, acaban siendo una víctima más de la industria del cibercrimen, aunque en un primer momento crean que se han encontrado con El Dorado.
La madre de esta mula, un joven estudiante estadounidense, confiesa que a ella no le gustaba la oferta. Su hijo fue contactado por un supuesto responsable de RRHH que había visto su perfil en una página de búsqueda de trabajo y que le ofreció un elevado salario por mandar dinero a personas en Ucrania a través de Western Union. Equivocarse poniendo su nombre donde no debía, devolvió el dinero a su víctima y evitó que el joven delinquiese, según confiesa la madre al Post. Poco después el agujero de seguridad salía a la luz y que quienes habían contratado al joven no eran quienes decían ser.
Un experto consultado por el diario alerta: a medida que la destrucción de empleo aumente, más posibilidades de encontrarse con ofertas para ser mula aparecerán.
Tiempo al tiempo.