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Tres meses creciendo en un laboratorio es todo lo que ha hecho falta para a partir de un puñado de células madre de vaca obtener una hamburguesa de 140 gramos gracias a las investigaciones del profesor Mark Post, de la Universidad de Maastrich. Un desarrollo que podría resultar revolucionario para la alimentación en varios aspectos: desde eliminar la contaminación procedente tanto de los propios animales (por la emisión de metano de sus ventosidades) como del funcionamiento de la industria en sí hasta conseguir que un planta procesadora de carne de ternera sea tan limpia y aséptica como un laboratorio. También podría contribuir a abaratar el precio de la carne y permitir que gran parte de la población que hoy día no tiene acceso a este tipo de alimento pueda consumirla… por no hablar de las cuestiones morales relacionadas con la necesidad de sacrificar animales para alimentarnos de su carne.

El profesor Post espera que como suele ser habitual con la generalización del proceso productivo su coste se abarate, algo que no sería rápido y que nos obligaría a esperar al menos 10 ó 15 años para ver esta carne de laboratorio en las estanterías de los supermercados. Además de la complejidad y el coste actual deberá esperarse también a que las autoridades sanitarias establezcan los oportunos controles para garantizar que se trata de un alimento que cumple todas las garantías.

 

Como explica el profesor Post, lo que han degustado hoy los gastrónomos Hanni Ruetzler y Josh Schonwald son 20.000 fibras musculares de ternera generadas a partir de un puñado de células madre de vaca, fibras que una vez desarrolladas tras tres meses de crecimiento han sido sometidas al mismo proceso con el que habitualmente se obtiene la carne picada de hamburguesa para conseguir esa textura, se ha compactado según ese mismo método y a la plancha. En esencia se trata de carne biológicamente indistinguible de cualquier muestra de tejido muscular de la vaca de donde proceden las células madre originales.

Desde el laboratorio de la Universidad de Maastrich que la ha desarrollado recuerdan que en realidad una vaca es un mecanismo muy ineficiente de producir proteínas alimenticias, puesto que requiere de 100 gramos de alimento vegetal para producir 15 gramos de proteína. Con este método de crecimiento en laboratorio de proteína animal a partir de células madre se elimina la necesidad de ese gasto en pasto que también tiene un impacto en el medio ambiente, además del resto de costes asimilados a la crianza de ganado.

lab hamburguer

En cuanto al impacto en la superficie dedicada a cultivo de pastos, esta supone un 30 % de la superficie útil para agricultura, con sólo un 4 % dedicado específicamente a cultivos destinados a la alimentación humana. Además la biomasa referida a los animales dedicados a alimentación humana supone la producción de un 5 % de las emisiones de dióxido de carbono y nada menos que un 30 % de las de metano, con el consiguiente efecto invernadero. Todo esto podría verse considerablemente reducido si se logra desarrollar adecuadamente esta industria de la carne de laboratorio.

Una importantísima reducción del impacto medioambiental que desde el laboratorio del profesor Post cifran en una reducción de las necesidades hídricas de un 90 % y un 70 % de reducción de necesidades energéticas. Quizá esa sea la razón que ha llevado a Sergey Brin, cofundador de Google, a financiar esta investigación con 200.000 € de los 250.000€ que ha costado.

vINQulo

The Guardian