5 consejos para sacar partido al coworking

La oficina compartida está dejando atrás la etiqueta de moda extraña para posicionarse como una solución perfecta a la necesidades de los profesionales que trabajan solos o a distancia.

Cuando se es freelance o incluso al estar contratado por empresas poco temerosas a adoptar nuevas tendencias, el teletrabajo se convierte en una opción laboral como otra cualquiera, tal y como os comentábamos en un artículo anterior. Pero no todas las personas tienen la capacidad, la tenacidad o la disciplina suficiente para rendir a su máximo nivel tras montar su propio despacho en casa ya que, mientras algunas saben cómo planificar para aprovechar la tranquilidad de su hogar y la ansiada flexibilidad de horarios, otras se dejan llevar por el aislamiento. Para evitar este problema, diferenciar zonas y devolver al lugar de residencia todo su significado, existe una alternativa llamada coworking que, como su nombre bien indica, consiste en compartir espacio de trabajo (y facturas derivadas) con otras personas que se encuentran en una situación similar y sin que sea necesario coincidir en el área laboral desempeñada.

Entre sus ventajas podemos señalar el ambiente profesional aunque relajado, la reducción de costes y un paquete de extras que gira en torno a conceptos convergentes como la sociabilización, el intercambio de ideas o la creatividad. Pero para saber sacarles partido no está de más seguir unos cuantos consejos, como los que os ofrecemos en Silicon News:

1. No hagas a los demás lo que tú no soportarías que te hiciesen. Esto es, traza unos límites lógicos y respeta aquellos impuestos por tus compañeros de coworking por encima de todas las cosas. Se trata de una norma básica en toda convivencia, pero el respeto que debe guiar toda relación (en este caso laboral) puede acabar pervirtiéndose con el paso del tiempo y la creación de un mayor vínculo de confianza entre los implicados. Esto no significa que sea mejor “dejar en paz” a las personas con las que compartes habitación y desaceleres el ritmo de interacciones, porque volverías a caer en la soledad, sino que aprendas a controlar los momentos en los que puedes mantener una charla animada con ellos. ¿Están enfrascados en un proyecto importante? ¿Esperan una visita? ¿O, por el contrario, se encuentran en su hora de descanso? También es importante intentar ser lo más silencioso posible, desde no hablar a gritos por teléfono (o no hablar demasiado por teléfono) a no mantener reuniones acaloradas ni reproducir música a todo volumen, por ejemplo, para evitar alteraciones en el desarrollo de las actividades de los que te rodean. Y, por supuesto, cuida las zonas comunes, recoge lo que has usado y no dejes las luces encendidas cuando te marches.

2. Date a conocer. Es importante que las personas a las que vas a tener que ver todos los días y con las que mantendrás en el tiempo una relación, al menos a nivel de gastos compartidos, sean de tu agrado. Y también que tú le caigas bien a ellas, de modo que el día a día se haga más llevadero. Esfuérzate por conocer a tus compañeros y, sin ser demasiado preguntón hasta el punto de resultar incómodo o caer en lo irritante, interésate por la actividad que los ocupa en la actualidad, profundiza en sus inquietudes y demuestra simpatía por que sus proyectos salgan adelante. Nunca sabes qué puertas se pueden abrir para colaboraciones futuras, y quién estará ahí para tendértelas. Además, desde la posición contraria, tener la oportunidad de hablar sobre tu propia ocupación te ayudará a recolectar ideas y analizar trabajos desde un punto de vista que nunca te habrías imaginado, con aire renovado, lo que se traduce en un mayor índice de innovación y una productividad maximizada.

3. Autocontrol, autocontrol, autocontrol. Trabajar desde casa y trabajar desde una oficina compartida tienen sus diferencias, pero también guardan similitudes. Por ejemplo, el hecho de que serás tú mismo el que deba imponerse unos horarios y un ritmo de trabajo eficaz, ya que nadie vendrá por detrás para vigilar si cumples con ellos o no. Es cierto que, más allá de la rectitud con la que se trabaje, lo crucial serán los resultados. Éstos hablarán por si solos, demostrando si lo estás haciendo bien, de manera prácticamente innata, o destacando pautas para modificar a golpe de otras pre-planificadas que te permitan rendir mejor. Y es que no todo el mundo goza de la misma capacidad para encauzar proyectos cuando trabaja por libre, por lo que no estará de más replicar las rutinas que siguen aquellos colegas que tienen un puesto de trabajo al uso. Duerme tus 8 horas, madruga, arréglate, desayuna, entra por la puerta de la oficina a idéntica hora un día tras otro, ponte metas semanales, comunícate con tus clientes, toma pequeños descansos (¡toma tu café!), evita atracones de última hora… y no busques excusas continuas para hacer parones mientras estás metido en faena.

4. Es bonito pero, ¿es para ti? Quedarse prendado de un lugar por las prestaciones que ofrece (si no las necesitas), su amplitud, el buen rollo que se respira desde fuera o incluso esa decoración que le da un toque especial no lo es todo para lanzarte a la aventura del coworking. Vete más allá de lo puramente estético, porque no estás buscando una casa en la que vivir sino el lugar adecuado en el que desarrollarte profesionalmente. Es obvio que mudarte a un ambiente agradable del que has recibido una buena corazonada nada más verlo te permitirá hacer tus tareas a gusto, pero no es lo único que debes tener en cuenta. Para que tu transición a una forma de trabajar en continua convivencia con extraños funcione, esa oficina por la que, recordemos, vas a tener que pagar un alquiler de uso también se deberá adaptar a ti y a otras necesidades básicas. ¿Cuáles? El precio que eres capaz de afrontar, la ubicación o la distancia que tendrás que recorrer para desplazarte hasta ella, lo silencioso o bullicioso de sus inmediaciones, la luminosidad, el área que te tocará o el tipo de zonas compartidas.

5. Pásate a la vida móvil. Y hazlo de dos formas distintas: con los dispositivos que utilices y contigo mismo. Lo primero quiere decir que te olvides de grandes aparatos tecnológicos que son difíciles de transportar de un lado para otro, sobre todo si el espacio de coworking por el que te has decantado no va a ser tu parada definitiva. Trabaja con computadoras portátiles, prueba las tabletas y no descartes los smartphones, esos pequeños ordenadores que cada vez pueden sacarte de más apuros con sus crecientes funcionalidades. Y lo segundo significa que las oficinas compartidas no son patrimonio de un país concreto. Una vez que entras en las filosofía del coworking y eres capaz de defenderte con sus armas, tendrás la oportunidad de engancharte a la red de centros de otros lugares, extender tus contactos y compartir experiencias con gente que comparte tus inquietudes. E incluso podrás viajar a otras ciudades (y al extranjero) con la tranquilidad de saber que podrás recalar temporalmente en este tipo de entorno creador de sinergias.

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