5 consejos para sacar partido al ‘mentoring’

Asumir el papel de mentor puede beneficiar al aprendizaje de tus empleados o al desarrollo de startups que están comenzando a competir.

En un mundo tan competitivo y tan cambiante como el actual, los empleados están obligados a formarse continuamente. Algunos tomarán la iniciativa y buscarán por su cuenta maneras de mejorar competencias a medida que lo vayan considerando necesario, pero la propia empresa para la que trabajan debería asumir ese reciclaje como un deber más y facilitarles a los suyos recursos de utilidad. Los estudios y habilidades con los que parte cada profesional cuando ingresa en una compañía funcionarán simplemente de base. Una base que hay que fortalecer con el paso del tiempo a través de la especialización en nuevos campos, el aprendizaje de las últimas técnicas y tecnologías que se van descubriendo, la inscripción en cursos presenciales u online, charlas, conferencias, la asistencia a congresos, la lectura de estudios, laboratorios de innovación y demás fuentes de inspiración. Por supuesto, no siempre hace falta echar mano del exterior para mejorar. Dentro de la propia organización habrá talento aprovechable, personas que pueden enseñarle algo a sus compañeros e incluso a colegas de otros departamentos y compañías.

Poder recurrir a alguien experimentado que tiene respuestas inmediatas para dudas comunes, o razonables, ayudará al resto de la plantilla a aprender mientras trabaja. Ésa es la clave del mentoring, que también servirá para que negocios que están comenzando se abran camino en el mundo empresarial. Esto es, si se enfoca como una forma de devolverle favores a la sociedad. En Silicon.es os dejamos cinco consejos para explorar estas posibilidades:

1. Selecciona el perfil correcto de mentor. Puede parecer obvio, pero la obviedad no le resta importancia. El primer paso para triunfar en el mentoring es elegir a las personas adecuadas para encargarse de guiar al resto. Así que te aconsejamos que te lo piensas muy bien antes de publicar una lista de instructores definitiva. Haz un casting. De partida todo el mundo tiene algo que aportar, el problema es que quizás no todo el mundo sea capaz de transmitir sus conocimientos con la carga pedagógica necesaria. Un mentor tiene que ser ilustrativo. Además de presentar un currículo decente y rebosar habilidades prácticas, resulta imprescindible que sepa escuchar, que sea paciente, honesto, sociable, solidario, que despierte confianza, que tenga capacidades analíticas, que sea motivador, retador, imaginativo, innovador, que tenga ganas de crecer profesionalmente y que sea constante en lo que hace. Por supuesto, nunca debería sentirse obligado a ejercer de mentor. La relación con sus pupilos sólo funcionará si disfruta con ello y se trata de una decisión propia. El mentor tiene que saber reaccionar ante los retos y no decir a todo que sí, para “deshacerse” del problema. Y, por supuesto, debe disponer de tiempo. Sin motivación e implicación en su rol de guía, el proyecto zozobrará.

2. Convierte la experiencia en una conversación continua. Con los mentores ya seleccionados, hay que establecer una forma de proceder. Cada persona tendrá sus trucos, pero una recomendación que se puede hacer extensiva a todos los casos es el diálogo. Quienes recurran al mentoring deberán contar con la independencia suficiente como para ser responsables de sus propias decisiones. Sin embargo, eso no significa minimizar las conversaciones. Tiene que fomentarse todo un trabajo previo de encuentros y sesiones de discusión. Y, en concreto, unos encuentros y unas sesiones en los que tus “alumnos” también hablen. No bases tu capacidad de mentoring en aportar únicamente tus ideas. Asegúrate de que todo aquel al que intentas ayudar entiende lo que quieres decir y es consciente de que estarás ahí en cualquier momento para escucharle, independientemente de cuándo surjan sus dudas. Hoy en día existen numerosas herramientas para evitar que el contacto se pierda, desde los tradicionales servicios de email a las modernas aplicaciones de mensajería instantánea, pasando por llamadas telefónicas, llamadas de vídeo y diversos sistemas de colaboración por Internet. No hay excusa. Asume tu responsabilidad y haz lo posible por estar disponible para consultas presenciales y online. Y no cierres tu agenda si te piden contactos.

3. No intentes abarcar más de lo que eres capaz. Nadie podrá hacer milagros. Por mucho que quieras contribuir a que otros profesionales mejoren en sus carreras, tu capacidad para canalizar el mentoring como una herramienta de éxito tendrá ciertos límites. Cuantas más gente dependa de ti bajo un programa de este tipo, más tendrás que fragmentar tu tiempo y que multiplicar tus esfuerzos. Quieras o no, no es factible dar cabida a todo el mundo. Si no restringes el número de personas a las que ofrecer tus servicios, acabarás exhausto. Y, sobre todo, terminarás haciendo peor tu trabajo. Tanto el de mentor como el tuyo propio, en tus tareas profesionales cotidianas. Al final te convertirás en un profesional mediocre. Con esto no queremos decir que te limites a relacionarte con una única persona, pero sí que hagas un trabajo personalizado. Que apliques tus consejos sobre grupos pequeños para exprimir al máximo su potencial. A la hora de llevar a cabo esta tarea de entrenamiento de otros para manejarse en la vida empresarial, no improvises. Fija objetivos con la gente que ha confiado en ti y tenlos bien presentes en cada paso. No hagas valoraciones ni traces nuevas tareas sin estudiar el progreso acumulado. Y acuérdate de animar a quien está siendo ilustrado por ti. Si ha logrado mejoras desde la anterior reunión, transmite tu felicitación.

4. El fracaso también es valioso. El objetivo final del mentoring será posibilitar que las personas que acuden a ti saquen lo mejor de sí mismas, conozcan cómo moverse en el mundo profesional y tengan éxito. Pero para conducirlas por el camino ascendente del triunfo hay que tener también en cuenta el fracaso. Si durante tu trayectoria profesional has tenido experiencias para el olvido, has cometido errores y te has enfrentado a callejones, en apariencia, sin salida, tira de ello. No obvies nada de lo que hayas vivido. Seguro que de los fracasos aprendiste algo y seguro que los demás también podrán aprovecharlos, aunque sólo sea para no repetirlos. Habla de lo idílico y de lo que no se tiene que hacer. La desmitificación del fracaso será una gran lección para el futuro laboral de tus aprendices. En el mundo empresarial es importante no tener miedo a equivocarse y saber que existen soluciones para revertir situaciones complicadas. De hecho, cuanto antes lleguen esas equivocaciones, mejor, ya que será más fácil corregirlas. La actitud perfecta es aquella que combina experiencia, naturalidad, intuición y confianza plena en lo que uno hace.

5. Usa las ponencias como campo de entrenamiento. La tarea de mentor no es sencilla. A algunos les saldrá de manera más natural que a otros. Y de todos modos, por muy innato que resulte el mentoring, va a requerir de un proceso de preparación previo y de una implicación plena por parte de quien accede a orientar a compañeros de trabajo, emprendedores que están empezando o a cualquier otra persona que lo haya solicitado. Para coger soltura en estas lides, se antoja interesante participar como ponente en eventos especializados. Esta actividad obliga a exponerse al público y a tomarse la difusión de conocimientos en serio. Sirve para habituarse a organizar temas sobre los que uno se considera experto, para ganar confianza y para prepararse a la hora de responder a preguntas de otros. Es una forma de hacer callo en la aventura del saber. Por otro lado, el mentoring hay que tomarlo como una gran oportunidad para aprender. Y por todas las partes. Quienes acuden a ti no serán los únicos que podrán sacar cosas positivas de vuestra relación, ellos también te pueden enseñar algo a ti. Ya sean habilidades nuevas, a escuchar o a ser mejor persona. ¡Disfruta mientras enseñas!

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