5 consejos para usar las conexiones Wi-Fi de forma segura

Dejar que los trabajadores accedan a Internet a través de redes inalámbricas puede convertirse en un peligro para la empresa si la Wi-Fi es pública.

Internet se ha convertido en una excelente herramienta de trabajo de la que nadie, o muy pocos, se toma el lujo de prescindir a estas alturas del desarrollo tecnológico. Y es que los casos de uso empresarial son múltiples. Este tecnología permite comunicarse con personas que están cerca o lejos, a través de email, mensajería instantánea y videollamadas. Ayuda a colaborar entre equipos, mantener material almacenado a salvo, realizar sincronizaciones entre dispositivos, buscar datos, informarse en tiempo real, vender productos y servicios en tiendas que permanecen abiertas las 24 horas, atender a clientes por canales sociales… La lista es larga. Además, el tipo de conexión no se limita a un lugar fijo y a las tarifas de datos contratada con la operadora. Cualquiera con un ordenador, tableta o smartphone puede navegar por la Red y utilizar aplicaciones con sólo activar la opción Wi-Fi.

La liberación de los cables facilita que la oficina se pueda trasladar fuera de las instalaciones habituales, algo que algunos profesionales agradecerán en esta época veraniega en la que apetece empaparse del espíritu distendido, escapar del calor y, por qué no, trabajar desde nuevos rincones. En una cafetería, en una terraza, al aire libre o en un balcón con vistas, por ejemplo. Aquí la lista también es amplia. El problema radica en que conectarse a redes inalámbricas sin más entraña serios desafíos de seguridad para el negocio. No es lo mismo engancharse a la infraestructura de la empresa, bajo serios controles de protección y el visto bueno del administrador de TI, que a cualquier conexión gratuita de un lugar público. Quienes quieran trabajar en verano sin renunciar al Wi-Fi deberán ser conscientes de la situación y aplicar una serie de recomendaciones para minimizar riesgos, como las que os ofrecemos a continuación:

1. Desconfía. Usar Wi-Fi gratuito que ni siquiera requiere de una contraseña para actividades empresariales (y también personales) puede resultar cómodo, pero también terminar en robos de datos y hasta en infecciones por malware. La razón es que todo el mundo que esté cerca tiene acceso. Cualquiera puede conectarse a este tipo de conexiones, no se garantiza quién opera el punto de acceso y tampoco se sabe a ciencia cierta qué medidas de protección se han implementado. Además, la experiencia demuestra que no todos los usuarios tienen buenas intenciones. ¿Qué pasa si alguien ha alterado el router? ¿Y si otro de los internautas conectados consigue interceptar el tráfico que vas generando? La forma más eficaz de evitar brechas que compliquen la vida a tu compañía es, simple y llanamente, no conectarse a redes inalámbricas de carácter público.

En todo caso, si se opta por esta alternativa, siempre es aconsejable preguntar primero a los dueños del local cuál es el nombre de su red, rechazar estándares antiguos tipo WEP y decantarse por conexiones protegidas con una clave de acceso, lo que en la práctica minimiza el peligro. Y hay algo más. Más efectivo que todo eso sería implementar soluciones VPN. Esto es, una red privada virtual que se encargue de cifrar el tráfico para que nadie pueda sacar provecho de él, sea cual sea el uso que hagas de una conexión Wi-Fi compartida.

2. No compres. Una vez enganchado, es importante diferenciar entre actividades poco comprometidas y aquellas consideradas de alto riesgo. Hacer consultas en un buscador o limitarse a la lectura de páginas habituales de la prensa no te pondrán en una situación complicada si usas Wi-Fi. Otra cosa es entrar en la banca online para hacer una transferencia de dinero o ingresar en un eCommerce para adquirir un producto, ya que por el camino pueden filtrarse datos sensibles. Lo mejor será aplazar este tipo de transacciones hasta que se tenga acceso a una conexión segura. Los expertos tampoco suelen recomendar la gestión del email ni los registros en redes sociales cuando se está fuera. Aquí hay que recordar que las webs que recurren a protocolos de comunicaciones seguras y reflejan las siglas HTTPS en la barra de direcciones no dejan al descubierto a sus usuarios. Pero a veces es mejor no arriesgar. Y, eso sí, acordarse de salir siempre de las sesiones online.

3. No sincronices. Además de desconectarse de las cuentas personales como forma de intentar salvaguardar la privacidad de miradas ajenas tampoco está de más deshabilitar la opción de sincronización entre dispositivos que pertenecen al mismo usuario, o entre distintas personas, para evitar percances. Son unas cuantas las aplicaciones que en la actualidad ofrecen la posibilidad de ir replicando en otros lugares los cambios que se realizan en tiempo real a través del dispositivo que está siendo utilizado. Lo hacen las aplicaciones de almacenamiento en la nube, sin ir más lejos. El sistema también puede ir aplicando modificaciones automáticas por su cuenta, como la creación de copias para backup o la descarga de mensajes de email. Con Wi-Fi de por medio, esta es otra clase de acciones cotidianas que vale la pena dejar para otro momento. O lo que es lo mismo, es otra clase de acciones que los expertos desaprueban.

4. Purga. La pulcritud en cuestión de seguridad informática es importante. Deshazte de software innecesario al que no echas ni cuenta antes de que te juegue una mala pasada. Opta por cifrar la información más sensible que manejas y por guardar una copia de tus datos, para recurrir a un plan B en caso de necesidad. Si tienes que comunicarte por correo cuando empleas una conexión Wi-Fi ajena, no uses la dirección habitual sino otra alternativa que no sea tan grave perder y que te que hayas creado para este tipo de situaciones. Este truco del correo es especialmente útil si ya estás de vacaciones. Y, aparte de todo esto, no dejes que tu dispositivo recuerde para ocasiones posteriores todas las redes a las que te has ido enganchando, de tal modo que no haga falta tu confirmación para que se produzca la conexión en lugares públicos. Es mejor que sólo conserves las que son conocidas y de fiar.

5. Actualiza. Por último pero, como se suele decir, no por ello menos importante, los dispositivos que se utilizan para conectarse a Internet deben estar siempre actualizados con las versiones más recientes de los distintos programas de software que tiene instalados. Cuando un fabricante lanza una mejora de funciones o un parche de seguridad, no hay que demorar su descarga. Cuanto antes se apliquen las mejoras, mayor protección se conseguirá. Lo mismo ocurre con el propio sistema operativo. En un gadget que cuenta con las últimas versiones es más complicado que entren los ciberdelincuentes. Por otra parte, acógete al modo antirrobo, aplica barreras para terceros como los cortafuegos y usa soluciones que protejan tu equipo contra la acción del malware. Una solución antivirus no hará segura una conexión Wi-Fi insegura, pero sí ayuda a bloquear ciertas consecuencias hipotéticas de dicha conexión tras convertirse en el objetivo de los cacos cibernéticos.

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