A fondo: La infancia de la inteligencia artificial en el sector público español

Aunque el 80 % de las organizaciones considera que esta tecnología es prioritaria, sólo un tercio la ha implementado. Un estudio de Microsoft así lo revela.

La inteligencia artificial (IA) gana adeptos con el paso del tiempo, a medida que se perfeccionan las soluciones y se comprueban sus efectos. Y esto es válido tanto para empresas como para la Administración.

La propia Comisión Europea adoptó en abril de 2018 una estrategia de IA centrada en un incremento de la inversión, los datos y el talento, además de garantizar la confianza en esta tecnología.

Pero en España, el recorrido aún es largo. Solamente un 33 % de las organizaciones que conforman el sector público español ha implementado a estas alturas soluciones de IA, aunque el 80 % dicen que es una prioridad digital para ellas. Estamos todavía en una fase inicial, según devela el estudio de EY para Microsoft Artificial Intelligence in the Public Sector: European Outlook for 2020 and Beyond.

Nuestro país se encuentra lejos de sacar el máximo provecho a la IA. “En España las organizaciones del sector público avanzan lentamente a la hora de alcanzar un punto en el que el uso de inteligencia artificial comience a arrojar resultados tangibles”, explica al respecto Jesús Galindo, director de Sector Público de Microsoft en España.

“Los factores son múltiples, tal y como pone de manifiesto el estudio, pero de lo que no cabe duda es de que ahora es más necesario que nunca que las administraciones pisen el acelerador en el aprovechamiento de la IA para dar respuesta a los retos a los que se enfrenta”, resuelve este experto.

El coronavirus abre la veda

La nueva realidad generada por la pandemia de coronavirus crea un escenario útil. Mantener los servicios básicos operativos mientras se respetan medidas de seguridad como el distanciamiento social es crucial. Por otro lado, muchos funcionarios tienen que adaptarse al teletrabajo.

Algunos organismos están respondiendo y, por ejemplo, la Consejería de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía ha desplegado una solución de IA desarrollada en dos semanas para facilitar la concesión de subsidios de emergencia. Con ella se ha conseguido acelerar los trámites, reduciendo el tiempo de resolución de las ayudas.

Microsoft detecta como clave la implicación de los equipos de liderazgo. En España, 1 de cada 2 encuestados confirma altos niveles de implicación en la implementación de IA a nivel político y directivo. Las organizaciones más exitosas son precisamente aquellas en las que existe una involucración activa de sus responsables a nivel de planificación, despliegue y valoración de las iniciativas.

Para que dichas iniciativas funcionen no sólo hay que trabajar mejor, sino “trabajar de otra manera”. “Desde Microsoft observamos cómo, en la mayoría de los casos, la inercia suele superarse rápidamente en cuanto los líderes prueban la IA por sí mismos y experimentan cuánto puede ayudarles en el desempeño de sus funciones”, dice Jesús Galindo. “Esto supone un gran impulso para que la tecnología se integre rápidamente y sus beneficios se hagan extensivos a toda la organización”.

La IA permite gestionar tareas sencillas y, especialmente, repetitivas. Libera al talento para destinarlo a otras tareas de valor añadido, lo que quiere decir que permite “apoyar a las personas” más que “sustituirlas”. Todo saldrá bien si los trabajadores lo aceptan.

“La IA tiene la capacidad de transformar, pero no por sí sola. La clave del éxito está en las personas, en la cultura y en el liderazgo, no solo en la tecnología. Para aprovechar todas las ventajas de la IA se necesita un gran esfuerzo humano”, remarca Galindo.

Algo fundamental es diseñar una cultura de formación continua que “inculque el valor del aprendizaje como medio para mejorar la repercusión, flexibilidad y reinvención”, lo que pasaría entre otras cosas por programas de reciclaje.

Habilidades como la ciencia de datos y la ingeniería están al alza. Pero a esto hay que sumar capacidades de negociación, empatía, creatividad o comunicación, que a la propia tecnología le faltan.

También que añadir la privacidad, la seguridad y la transparencia para una aplicación ética de los algoritmos, de modo que todo el mundo reciba un trato justo.