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¿Qué tienen en común el grupo Leche Pascual, la farmacéutica Sanofi-Aventis, la Fabrica Nacional de Moneda y Timbre, el Hospital Costa del Sol y la firma de moda Cooked in Barcelona? Porque a pesar de pertenecer a mundos tan diversos, las cinco compañías cuentan con un punto en común.

Se llama RFID: la primera controla la cadena de abastecimiento de la producción de huevo líquido, la segunda mejora la calidad de atención a clientes reduciendo tiempos de aprovisionamiento, la tercera optimiza los resultados informativos del epasaporte, el cuarto identifica y controla el historial de sus pacientes y la última gestiona su stock de ropa inteligente.

Cinco empresas que entran dentro del 38% de compañías que conocen las ventajas de la tecnología RFID, la puerta de entrada al llamado internet de los objetos que Europa regulaba a principios de verano y que está llamado a ser el código de barras del siglo XXI. Una de cada dos empresas que lo prueban, se convencen, según las conclusiones del estudio La tecnología RFID: Usos y oportunidades, y acaban adoptando esta solución.

Y, lo más interesante, no sólo los early adopters se han visto seducidos por la herramienta, también lo han hecho las compañías más tradicionales. En 2012, prevén red.es y la patronal AETIC, autoras del informe, se habrá producido un “número importante de implantaciones”.

Los códigos RFID, o los microprocesadores inteligentes, como también los llama la Comisión Europea, permitirán usos prácticos como, por ejemplo, que la nevera avise al usuario cuando sus yogures estén caducados o que el mismo electrodoméstico avise a la tienda cuando haya que reponer este contenido.

Si este uso puede revolucionar la vida diaria, más puede hacerlo en la vida industrial. En ese terreno, estos códigos inteligentes podrán reducir inventarios y costes operativos, bajar las estadísticas de hurtos o luchar contra la falsificación de productos.

El internet de los objetos está “poco definido” (el 62% de las empresas siguen utilizando sólo el tradicional código de barras), concluye el estudio, pero tiene mucho futuro gracia a la mayor ubicuidad de los servicios y la mayor integración de los objetos en la red. Y si la industria ve todo el potencial que tiene, la revolución puede ser inminente.