“Convertirse en una Smart City no es un objetivo sino el medio para un fin”

El fin sería mejorar el día a día de los ciudadanos y mejorar la respuesta ante sus necesidades, de acuerdo con McKinsey & Company.

Las ciudades inteligentes, para ser ciudades inteligentes, tienen que poner al ciudadano en el centro de sus políticas.

Así lo resuelve McKinsey & Company, que ha presentado los resultados de su estudio Smart Cities: Soluciones digitales para un futuro más habitable.

Esto es, la tecnología debería facilitar la vida de las personas en diferentes aspectos, desde su salud y su seguridad hasta en cuestiones como el medioambiente y la movilidad o tiempo que tardan en el transporte.

“Convertirse en una ‘Smart City’ no es un objetivo sino el medio para un fin, materializado en responder mejor a las necesidades de los residentes de las ciudades”, señala Antonio de Gregorio, socio de McKinsey & Company.

“De acuerdo con el análisis de MGI” (McKinsey Global Institute), “es fundamental que estas políticas estén diseñadas para mejorar la calidad de vida de los habitantes”, dice De Gregorio. “En esta evolución, es importante la colaboración público-privada. Aunque las políticas formen parte del sector público de manera natural, el 60 % de la inversión inicial podría venir de capital privado, de manera que los organismos públicos puedan centrarse en el desarrollo de esas políticas”.

Para tener éxito, McKinsey & Company apunta como requisitos la tecnología que genera gran cantidad de datos, como los smartphones, las aplicaciones para integrar dichos datos y  la propia usabilidad de las aplicaciones.

Una ciudad con soluciones inteligentes de movilidad estaría capacitada para reducir un 15-20 % el tiempo de transporte en 2023, de acuerdo con los datos aportados por McKinsey & Company. En ciudades con mucho tráfico, por ejemplo, cada persona podría ahorrarse media hora diaria.

También se calcula que la inteligencia digital podría reducir un 30-40 % el robo de vehículos, hurtos y asaltos. Mientras, los accidentes mortales por accidentes de tráfico, homicidios e incendios caerían un 8-10 %.

Y, con tecnologías para la eficiencia de la red de aguas, sería posible evitar un gasto de 25-80 litros diarios por persona.