Crowdfunding: invirtiendo en la era digital

Mientras en las altas esferas el mundo de la financiación a proyectos y empresas continúa siendo de muchos ceros, contratos eternos y trajes de chaqueta, algo se mueve en los bajos (pero activos) fondos de la inversión empresarial. Ya no es necesario tener buenos contactos para encontrar un inversor, ni tener mucho dinero para convertirse en uno de ellos. La revolución social ha llegado también a la financiación de empresas a través de un movimiento en alza: el crowdfunding.

La idea es sencilla: un emprendedor publica su proyecto y su presupuesto para ponerlo en marcha, y ofrece además un plazo de tiempo para conseguir ese dinero. Quien quiera invertir, no tiene más que apuntarse al proyecto (con cantidades que pueden empezar en los 10 euros) y, si en el plazo de tiempo indicado por el emprendedor se consigue la cantidad necesitada, el proyecto sigue en marcha. Si el plazo se agota, los inversores potenciales no tienen pagar nada.

Los retos del ánimo de lucro

El crowdfunding no es, no obstante, del todo nuevo. Hace ya tiempo que esta nueva forma de financiación de proyectos a través de las aportaciones de mucha gente funciona en el sector del arte, con plataformas para la financiación de grupos musicales, por ejemplo, o para invertir en películas, como es el caso de El cosmonauta; y en el de la solidaridad, donde Kiva es el claro líder con su sistema de microcréditos para emprendedores en países en vías de desarrollo. La novedad ahora está en la aparición de proyectos de startups con claro ánimo de lucro, donde el sistema del crowdfunding está todavía experimentando con distintas formas.

El reto principal que afrontan los inversores y emprendedores que optan por esta forma de financiación para empresas en las que -se espera -va a haber beneficios, es el de cómo retornar esa inversión. ¿Tienen derecho los inversores a una parte de los beneficios? ¿Deben contentarse con los habituales “regalos” de este tipo de redes si la startup a la que han financiado despega y tiene éxito?

La respuesta todavía no está clara y depende un poco de la plataforma a través de la que se haya realizado la “inversión”. Kickstarter, por ejemplo, el sitio web líder ahora mismo en crowdfunding de todo tipo, obliga a los creadores de un proyecto a ofrecer una “recompensa” a sus inversores, aunque esta suele limitarse a algo producido por el proyecto y puede tener un valor de entre uno y 10.000 dólares. En ningún lugar se habla de porcentajes, debido sobre todo a que la plataforma sirve para la financiación de proyectos de mucho tipo y no solo empresariales.

Grow VC – la propuesta especializada

Pero no todo el que quiera financiar su startup a través del crowdfunding tiene que conformarse con hacerlo a través de una plataforma pensada para proyectos sin ánimo de lucro. Como ocurre con casi todo en el mundo TIC, en cuanto hay una idea nacen no una sino varias plataformas web que intentan convertirse en el canal por excelencia. El crowdfunding para empresas no es una excepción.

En esta rama especializada parece que los que tienen todos los ases en la manga son los creadores de Grow VC, un sitio de crowdfunding para startups que ofrece a todos sus jugadores (emprendedores, inversores y hasta “expertos”) unas condiciones y un entorno claramente empresariales y definidos. El objetivo es hacer dinero y eso queda patente en las FAQ del sitio: al contrario que en otras plataformas de crowdfunding, en Grow VC responden claramente a las preguntas de qué pasa si el proyecto tiene éxito y qué pasa si no lo tiene.

¿Su propuesta? La clásica división por porcentajes: una parte para los inversores, otra para los emprendedores y otra (cómo no) para ellos mismos. Cuando un proyecto fracasa, en cambio, es también Grow VC quien asume las pérdidas.

La importancia del sentimiento

Pero si hay algo que tienen en común todos estos sitios web que se dedican a poner en contacto a emprendedores con inversores a pequeña escala es que, desde los más obvios como Kiva -donde no se trata de inversiones, sino de microcréditos -, hasta los que podrían parecer más fríos como Grow VC, todos ponen el acento en algo que los diferencia de los sistemas de inversión tradicionales: el sentimiento.

Incluso en los casos en los que el objetivo es crear una startup que genere beneficios económicos, el hecho de poder participar con pequeñas cantidades abre las puertas a inversiones basadas más en un sentimiento de afinidad con el emprendedor que en un análisis real del proyecto de negocio. ¿El resultado? Startups a las que les habría costado encontrar inversores en el “mundo real” obtienen su oportunidad y muchas veces el éxito a través del crowdfunding.

Desde Grow VC, la plataforma con un perfil más empresarial, dejan esto claro ya en su página de inicio, donde una presentación expone el por qué del crowdfunding. Según ellos, el sistema de inversores tradicional se ha quedad obsoleto y está cayendo en picado, mientras que la nueva filosofía emerge: “financiación P2P”. Y sentencian que en este nuevo modelo no se trata “tan solo de dinero”, sino también de la “gente y pasión”.

El crowdfunding ha llegado además en el momento adecuado, un momento en el que la tecnología permite que propuestas de este tipo sean viables (y el público ya está preparado para aceptarlas) y la situación económica invita a la búsqueda de nuevas formas de financiación. Partiendo de estas bases, el movimiento predica un nuevo sistema más abierto, humano, y global. ¿Es realmente compatible esta filosofía con la creación de startups de éxito? Habrá que esperar para comprobarlo.

Los objetivos, no obstante, son ambiciosos. “El próximo Silicon Valley no es un lugar, es una plataforma y comunidad en Internet”, dicen en Grow VC. Quizá el próximo Steve Jobs esté a punto de publicar su proyecto en una de estas plataformas.