Días negros en la nube

A finales de febrero de 2010 un día se vivió el caos: el caos de confiar demasiado en los servicios de otros. El correo electrónico de Google, Gmail, estaba caído. Con él se hundían los mails de presentaciones aburridas en cadena, los mensajes personales o los números de reserva del avión que el usuario X tenía que coger al día siguiente. Y con él se hundían también todos aquellos usuarios corporativos que usan las herramientas de Google para gestionar su correo electrónico empresarial.

Las primeras hipótesis apuntaban a un ataque exterior, pero finalmente Google confesó que la culpa no era más que suya. “En el día de ayer se produjo un inesperado efecto secundario provocado por un nuevo código que trata de mantener los datos geográficamente próximos a los titulares de las cuentas”, aseguraban entonces.  Los clientes corporativos se pusieron en pie de guerra y los costes de la caída (de un día) se estimaron en miles de millones de dólares.

Pero lo peor fue el impacto que la caída tuvo en la imagen del cloud computing. El correo en la nube de Google fue el primer servicio cloud que presentó un fallo importante: la primera caída abrumadora. ¿Se estaba dando un voto de confianza demasiado confiado – y valga la redundancia – al cloud?

Una tormenta en Dublín podría ser el episodio dos de esos temores. Ayer llovió en la capital irlandesa, tronó y relampagueó, aunque no tanto ni de forma tan brutal como para que el Irish Times o el Irish Independent abran su edición online  o lleven a la primera de su papel con la tormenta. Sin embargo, uno de esos rayos impactó en una estación transformadora, provocó un incendio y lanzó la nube de Amazon en Europa al caos.

Durante las primeras horas estuvieron caídas Amazon Reino Unido, Amazon Alemania, los servicios de estas y unas quizás 1.000 páginas (es la estimación de las webs europeas que confían en la nube de Amazon) de todo el continente.

Entre ellas se encontraba, por ejemplo, PayPal, que seguía no operativa en España hoy a las 8.30 de la mañana y que ahora parece ya plenamente recuperada. El daño económico que ha podido conllevar la caída del servicio de pagos en red podría ser muy elevado: muchas son las páginas que ofrecen PayPal como sistema de pago y muchos son los usuarios que confían en esta herramienta para realizar sus pagos. Con PayPal caído desde la tarde del domingo hasta la primera hora del lunes, el impacto negativo en el comercio electrónico podría ser más que llamativo. PayPal no ha sido la única perjudicada. El popular agregador de noticias Menéame tampoco está operativo, al igual que la página de visionado de películas Filmin.

El apagón no ha afectado sólo a Amazon. Microsoft también ha visto como su nube europea dejaba de estar operativa, aunque pudo restablecer los servicios de forma mucho más rápida. Amazon confesó que el número de servidores afectado era muy alto y apuntó en un primer momento a que no conseguirían volver a estar plenamente operativos hasta dentro de 24 o 48 horas, un tiempo demasiado considerable como para que el apagón no tenga ningún impacto en la imagen del producto. En su última actualización de status la firma ha señalado que están trabajando para ampliar la capacidad de sus servidores para “tenerlos online y disponibles pronto”.

Esta es la segunda vez que Amazon deja literalmente tiradas a las empresas a las que da servicio. El pasado mes de abril varias – y muy conocidas – firmas social media vieron como su servicio se caía intermitente por fallos en la nube de Amazon. La firma trabajaba entonces contrarreloj para solucionar el problema, pero eso no evitó que compañías como Foursquare o Hootsuite estuviesen fuera de juego por los problemas del servicio cloud computing del gigante.

¿Pueden las empresas permitirse que un rayo, como ha sido el último caso, tumbe sus páginas? ¿Se confía demasiado en Amazon y en otros servicios en la nube? La migración ha sido masiva en los últimos años por la mejora en la eficiencia de costes y, a la hora de analizar problemas, se pensó más en el aspecto de ciberseguridad que en el más tradicional y casi analógico de un apagón o cualquier otro problema.

En Twitter, los usuarios de la red de microblogging comentan la lírica ironía en que la nube de Amazon haya sido fulminada por un rayo. La cuestión es, en realidad, ¿confiarán las empresas con la misma fe en un servicio que un rayo ha tumbado puede que para dos días?