“Desde Cabo Kennedy a Honolulu vía la Luna”.
Es el trayecto que aparece reflejado en dos de los documentos quizá más curiosos relacionados con el primer viaje del hombre a la Luna. Y es que hasta ese punto fueron puntillosos los burócratas estadounidenses, reflejando la tripulación del Apolo XI no solo sus puntos de origen y destino así como su innegablemente singular escala, sino que debía incluirse un detalle de todo aquello que traían desde fuera del país.
En este caso lo que tuvieron que declarar en aduanas fue “rocas lunares, polvo lunar y muestras” obtenidas en esa particular escala, motivo en el fondo del viaje.
Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins tuvieron que cumplimentar estos formularios tras ser recogidos de las aguas del océano Pacífico a su regreso de la Luna en julio de 1969.
Curiosamente en el apartado destinado a reseñar las posibles condiciones del viaje que puedan suponer la propagación de alguna enfermedad traída por los viajeros espaciales se ha incluido la frase “por determinar”.
Con la difusión de estos documentos parece quedar probada la inevitabilidad cósmica de la burocracia.
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