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“Los jugadores de verdad no beben”, explica un camarero mientras prepara unas cuantas copas. “¿Por qué? ¿Está prohibido por el Casino?”, pregunto. “No, no. Es que tienen que tener la mente despejada”. Nada de alcohol para jornadas maratonianas de juego, de ocho a nueve horas, en las que sólo el café, el agua, los refrescos o el popular Red Bull son bebidas recomendables. “Tampoco fuman”, asegura mientras coloca una botella de Ron Negrita en su bandeja, con unas cuantas copas. Hay algunos descansos, para salir, fumar un pitillo (o ir al baño, claro), pero nada en las mesas de juego.

Aunque de la mesa a la que va a llevar las bebidas (“no tomarán más de una o dos copas”, reconoce, aunque a algunos jugadores ya se les descubre con inocentes Fantas de naranja) salen algunas columnas de humo. Los jugadores de esta partida de póker están fumando, como en una partida vintage digna de una película de Hollywood, unos habanos cortesía de los  patrocinadores, Paf.com. Pero, claro,  estos jugadores no son de verdad.

En cada una de las cuatro mesas de juego se sientan hombres de negocios, citados en el madrileño Casino de Torrelodones para una noche de póker networking. Detrás de cita se esconde la compañía Sync.es, organizadora y con su director general, Yago Arbeloa, como anfitrión. Antes de lanzarse al juego, una cena cocktail permite conocer a los demás participantes y entablar conversación con ellos, intercambiar tarjetas y fichar a colegas o a potenciales socios.
La disposición de las mesas se establece mediante un -anónimo- sorteo. Cada uno de los empresarios presentes coge un papel de una urna en el que se le indica donde debe sentarse. De este modo, nadie se sienta necesariamente con sus amigos, sino que acaba en una mesa de posiblemente desconocidos a los que conocer y con los que hacer buenas migas durante el juego.

¿Se cierran muchos negocios en las noches de apuestas y escaleras de colores? Uno de los organizadores explica: más que para cerrar negocios o abrirlos, la noche de póker sirve para conocerse. El ‘recuerdas que nos conocimos ayer mientras jugábamos al póker’ es una buena carta de presentación.

El perfil es variado, aunque con un predominio claro de las empresas del sector de las tecnologías. Y sobre todo masculino: a primera hora ni una sola mujer, a excepción de la prensa, se podía ver en el salón Mandalay del casino. “Y no es porque no lo hayamos intentado”, asegura uno de los organizadores. En el último momento apareció una directiva, que se incorporó a una de las mesas de juego. Y acabó siendo la única.

Los aproximadamente 40 jugadores se repartieron en cuatro mesas de juego y arrancó la partida. El ganador se iba a llevar el 60% de lo recaudado al principio de la noche, cuando todos los participantes tuvieron que poner la apuesta mínima de 50 euros cabeza. El segundo y el tercer clasificado se reparten el 40% restante.  “No enseñen las cartas al de al lado y no dejen que las miren”, recomendó medio en broma medio en serio el responsable de sala antes de arrancar el juego. Cada ronda iba a ser eliminatoria y los grandes ganadores se enfrentan en una partida final.

Mientras el humo de los puros habanos acaba invadiendo la sala, en las mesas el juego arrecia. A los casi profesionales del veo y subo la apuesta se suman los más novatos que no tienen muy claro que significan los movimientos del croupier sobre la mesa. Lo importante al final es pasárselo bien y, más que llevarse el premio, hacerse con una buena colección de tarjetas.
Y, por cierto, al final la única mujer presente… fue la que se llevó el torneo. En total se hizo con 770 euros. “Correspondían 1.100€ pero debía pagar las copas de los jugadores”, explica con humor.