Intel ha perfeccionado su técnica durante décadas para diseñar procesadores que hoy día copan el 80% del mercado mundial de ordenadores personales. Pero todavía no ha logrado adaptar sus conocimientos a smartphones y tabletas, un mercado en auge dominado por la tecnología de la británica ARM. Por eso, abrir sus fábricas a la competencia podría significar un cambio importante para la industria.
“Hay ciertos clientes que serían interesantes para nosotros y ciertos clientes que no”, ha explicado el director financiero de Intel, Stacy Smith. “Si Apple y Sony vinieran y nos dijeran ‘quiero hacer un producto que involucre vuestra Arquitectura Intel y poner alrededor un poco de mi tecnología’, ni siquiera parpadearía. Sería un negocio fantástico para nosotros”.
Además, la fabricación de chips en nombre de otras compañías ayudaría a Intel a compartir los cada vez mayores costes de construcción.
Aunque los de Santa Clara estarían dispuestos a desarrollar núcleos basados en sus propios diseños para otras empresas, otra cosa sería permitir la fabricación de arquitecturas rivales en sus plantas. Cuando “te encuentras en el punto de ‘no quiero que sea Arquitectura Intel, quiero que sea mi propio núcleo diseñado a medida’, donde sólo consigues el margen de manufactura, ya se produciría un debate mucho más profundo”, aclara Smith.
Tal y como declaró la semana pasada el CEO de la compañía, Paul Otellini, Intel no quiere perder su seña de identidad en cuanto al núcleo de arquitectura.
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