Desde hace unas semanas son múltiples las voces que comienzan a advertir no ya de la existencia de una burbuja sino del peligro de que llegue a explotar y el riesgo asociado.
En medios como Bloomberg, Business insider, CNBC o Fortune se suceden los testimonios de analistas que señalan al revuelo generado desde hace un tiempo en torno a las fintech. Se trata de nuevos vehículos de inversión y finanzas fuertemente vinculados a la tecnología y que, de algún modo, contribuye a una “democratización” de las inversiones que retroalimentan una burbuja que podría estallar. Al menos el criterio casi unánime es que de producirse, dicho estallido no es inminente.
También las criptomonedas tienen su parte de “culpa” en el crecimiento de esta burbuja, dado el espectacular incremento de sus cotizaciones, especialmente el Bitcoin como divisa virtual de referencia. Esto sirve también de catalizador para otras monedas virtuales por las que “apuestan” muchos esperando dividendos de similar espectacularidad.
El analista e inversor David Rosenberg explicaba en una reciente entrevista en CNBC que nos encontramos en un escenario con una sobrevaloración de entre el 20 y el 30 % de diversas métricas relacionadas con el mercado de inversiones. De hecho el pasado año auguró la inevitabilidad de una recesión mientras que de cara al futuro apuesta por las materias primas y la energía… Y por el oro, en un apunte contracorriente de lo que considera una burbuja, la de las fintech y las criptodivisas, al constituir un valor refugio de histórica solidez.
El papel y la relevancia creciente de las fintech, que en muchas ocasiones incluso están ocupando territorio tradicionalmente reservado a la entidades bancarias, supone una aceleración de la fiebre inversora y, por tanto, una mayor extensión del circulante y de los posibles vaivenes de gran intensidad provocados por pequeñas tensiones en los mercados.
Como en otras ocasiones anteriores, la dimensión del territorio trazado por los mercados y las plataformas que consiguen mover grandes cantidades de dinero, supone al mismo tiempo una oportunidad y una amenaza. En términos metafóricos, casi filosóficos, algunos analistas se han referido a la naturaleza consustancialmente frágil de las burbujas. Cuanto más crecen más delgada y sensible es su superficie y el menor contacto con algo punzante provoca su estallido.
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