Oferta y demanda. Así de sencillo.
No hay tantos fabricantes de microchips y la demanda por parte de la industria tecnológica es inabarcable. Se fabrican (y se venden) más dispositivos móviles que coches, además de tratarse de una industria más dispuesta a efectuar grandes pedidos, de manera que la escasez afecta en mayor medida a la automoción.
Son ya una cuantas las marcas fabricantes de automóviles que han anunciado recientemente la reducción de su producción: Volkswagen, Nissan, Honda… mientras que General Motors ha solicitado ayuda al gobierno de Taiwán, y la razón es la falta de semiconductores necesarios dada la cada vez mayor presencia de estos componentes en los vehículos.
Esta circunstancia supone empezar con mal pie un año en el que debería producirse una recuperación en el sector de la automoción tras el parón debido al confinamiento por la pandemia. Esto propició una reducción en la reserva de semiconductores, por la planificación conservadora o excesivamente precavida, y cuando se ha querido retomar el ritmo de producción, al comprobarse que no se ha reducido tanto la demanda de compradores de automóviles, se han encontrado con una escasez.
O más bien una falta de disponibilidad, debido a que la demanda se ha mantenido estable (e incluso se ha reforzado) por parte de los fabricantes de dispositivos móviles, dispuestos a pujar precios más elevados, acaparando las existencias y dejando desabastecidas a las empresas del motor.
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