Se trata de una tecnología desarrollada por Yonggang Huang de la Universidad Northwestern y John A. Rogers de la Universidad de Illinois, en EEUU.
Con ella se consigue crear baterías que puede estirarse hasta 3 veces su tamaño, funcionando sin problemas. Para ello han creado una matriz de discos rígidos actuando como electrodos, que se se conectan en paralelo con cables con forma de S que forman “minimuelles”, todo ello embebido en una lámina de silicona flexible.
Cada disco mide unos 2 mm y la densidad energética de la batería es muy similar a la de las baterías convencionales, por lo que teóricamente podría adaptarse con facilidad a diseños actuales, facilitando la “flexibilización” de los mismos.
Además han incluido bobinas inductivas, por lo que se podría cargar también inalámbricamente. Su único problema actual es que no soporta tantos ciclos de carga como las baterías actuales, pero esperan mejorarlo y tenerlo listo para cuando los fabricantes decidan que es hora de que nuestros gadgets empiecen a parecerse a Flubber.
Aunque previamente su objetivo inicial son los dispositivos médicos e implantes, que gracias a que prácticamente ya casi todos sus componentes pueden hacerse flexibles, serán mucho más fáciles de implantar y llevar puestos.
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