O mejor, han perdido accidentalmente alguna de sus capacidades humanas y pretenden utilizar una inteligencia artificial aún en pañales como compensación.
Es el caso de un documentalista canadiense que perdió un ojo en su niñez y ha aprovechado la implantación de una prótesis ocular para colocarse una cámara diminuta con la que pretende grabar “todo lo que pase por sus ojos”, esperando registrar lo mismo que ve con su ojo real, “en un proyecto que debe servir para reflexionar sobre el auge mundial de las cámaras de vigilancia y de la falta de intimidad”, dicen.
El caso de un programador finlandés no se queda atrás y tras la pérdida de un dedo en un accidente de moto decidió implantarse un lápiz de memoria USB insertado en una prótesis dactilar desmontable.
¿Estamos a las puertas del comienzo de la integración de humano y máquina o se trata de una simple “frikada”?
vINQulos
La Vanguardia
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