Se trata del Principado de Sealand, una micronación (según su propietario) compuesta por una ex plataforma marina usada como fuerte naval durante la Segunda Guerra Mundial, que se localiza a diez kilómetros de la costa de Suffolk, al este del Reino Unido.
Según indica su propia página web, fue fundada como un Principado soberano en 1967, en aguas internacionales, fuera de la jurisdicción de Reino Unido. Tiene un área habitable de 550 metros cuadrados y su “población” apenas excede las cinco personas.
Es sin duda un lugar perfecto para un controvertido personaje como Julian Assange y su proyecto, que pretende destapar las vergüenzas de la alta política internacional en aras de la libertad de expresión y conocimiento.
Si Assange decidiera trasladar los servidores a este remoto lugar, ¿cesaría la persecución? No para Jim Dempsey, del Centro para la Democracia y la Tecnología. “Se procesa a personas reales, no a servidores”, argumenta.
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