Ya sea por un error en el sistema, a nivel de hardware o por un desafortunado accidente de borrado, cada año son miles los datos que se ahogan en el abismo de las redes empresariales, y particulares. No en vano, se calcula que la mitad de los usuarios informáticos no se molesta nunca en realizar copias de seguridad de los trabajos que realizan en formato digital y que otros preocupantes tres cuartos desconocen en qué consisten las actualizaciones de software. Todo ello a pesar de que revisión anual tras revisión anual se ratifica que la negligencia continúa siendo la principal causa de pérdida información, por delante de ataques maliciosos o problemas internos del equipo. Las filtraciones involuntarias a través de correo electrónicos o el extravío de dispositivos de almacenamiento como las llaves USB, los medios ópticos o los propios ordenadores portátiles, cuentan asimismo con una prevalencia de dudosa honra.
¿Y el resultado final? Que, incluso con los avances tecnológicos, se sigue perdiendo datos. Y dinero. La cuestión es especialmente sangrante para las empresas, y para aquellas dedicadas al sector de las telecomunicaciones. Un bochorno a pequeña escala puede suponer un menoscabo de la reputación durante un tiempo más o menos limitado, pero una pérdida masiva de información confidencial siempre deriva en disminución de ingresos, demandas judiciales y sanciones financieras. Los costes de una recuperación pueden ascender fácilmente a millones de dólares y, de hecho, en situaciones por fallos meramente informáticos una única hora de inactividad está valorada en nada menos que 7,5 millones. Parece evidente que se necesita educar a los usuarios y replantear el modelo de recuperación de datos actualmente vigente.
1. Inocencia: “Con una copia de seguridad, mis datos están a salvo” o “Nunca he sufrido un fallo, por lo que no necesito un plan de pérdidas proactivo”. Disponer de un sistema de almacenamiento que, en el día a día, funciona correctamente no es garantía de que los datos vayan a permanecer sanos y salvos en situación de crisis. Como tampoco lo es haber esquivado situaciones de riesgo en el pasado. El borrado accidental de carpetas o registros de bases de datos, la sobreescritura, la reinstalación y la actualización de programas son situaciones comunes que el consumidor debe tener en cuenta, por no hablar de los tan presentes virus o los menos probables desastres naturales. Además, muchos de los procesos de réplica no se realizan en tiempo real, lo que significa que los datos más recientes y quizás los más importantes quedarían excluidos. Junto al testeo periódico de las copias se recomienda, como ayuda adicional, elegir un proveedor de productos y servicios que sea capaz de recuperar bits de información en todo tipo de entornos, físico o virtual, y ofrezca consultas gratuitas y listas de salvables antes de tomarse la decisión de compra.
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