En los últimos meses hemos sido testigos de preocupantes noticias sobre la crisis financiera mundial y sus consecuencias económicas pero, ¿cómo afectará a los derechos humanos? ¿Y al empleo, la educación, la salud, o la protección de los más vulnerables? ¿Existe el riesgo de que entremos en una “recesión de los derechos humanos”?
Aunque todavía es pronto para predecirlo con exactitud, la Organización Internacional del Trabajo ha estimado que el desempleo en el mundo podría aumentar hasta más de 20 millones de personas debido a la crisis económica, lo que podría empujar a muchas personas desempleadas, sobre todo migrantes, a trabajar en la economía sumergida, dónde, incluso si se trata de Europa, los trabajadores están sometidos a condiciones de “cuasi esclavitud”.
Conforme va aumentando el número de economías que entran en recesión y son más los gobiernos que desvían fondos para proteger a los bancos y al sector financiero, aumenta el riesgo de que se apliquen recortes presupuestarios en sectores como la educación, la sanidad o la asistencia social, lo que afectaría principalmente a los que más necesitan estos recursos.
Paralelamente, se buscaría un culpable de la situación y los más vulnerables se convertirían en el chivo expiatorio como ya ha ocurrido en ocasiones similares. Corremos el riesgo de que se produzca una espiral de xenofobia y antisemitismo o un florecimiento de ideologías extremistas y aumente la exclusión o la discriminación descarada de personas discapacitadas, ancianos o incluso mujeres que a menudo tienen empleos precarios.
¿Qué podemos hacer?
Los gobiernos tienen el deber de asegurar el bienestar de la población y de garantizar los derechos humanos. En sus esfuerzos por garantizar que la economía funcione de forma eficaz, la política de los gobiernos debe operar dentro de un marco de derechos humanos y en un mundo globalizado sólo pueden lograrlo fomentando la cooperación multilateral y la solidaridad y la concienciación de la responsabilidad social de las empresas.
Las empresas por su parte son cada vez más conscientes de que unas buenas leyes en materia de derechos humanos, igualdad de oportunidades y justicia social les beneficia a largo plazo. Con los años, la responsabilidad social de las empresas ha pasado de ser buenas palabras a convertirse cada vez más en un factor de éxito.
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