La idea parte de dos estudiantes-artistas, Luke Evans y Joshua Lake que se han atrevido a conocerse a sí mismos por dentro como nunca lo había hecho nadie: fotografiando el interior de su cuerpo.
Por el singular procedimiento de encapsular fotogramas individuales en píldoras similares a las que contienen medicamento y cuya cubierta se descompone al entrar en contacto con los ácidos estomacales, la película llega al interior del sistema digestivo de manera que cuando pasa al intestino los ácidos y fluidos corporales interaccionan con el negativo hasta procesar imágenes difícilmente descriptibles.
No se tiene noticia de que con anterioridad se hubiese utilizado el interior del propio cuerpo como lugar de generación de imágenes fotográficas, aprovechando para ello la propia producción de sustancias químicas de nuestro organismo. Nuestros fluidos adquieren así la categoría de elemento artístico. Seguro que ayudados por una buena dosis de fibra para evitar una creación dolorosa en su tramo final.
La parte más delicada, como podrá imagina el curioso lector, tiene que ver con el procedimiento de extracción del negativo así como la delicada tarea de proceder a su limpieza antes de pasar a la habitación de revelado. Nadie dijo que ser artista fuese sencillo. En ocasiones es un trabajo sucio pero alguien tiene que hacerlo.
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