¿Cuáles han sido los mayores fallos tecnológicos del año?

Aviones estrellados por su piloto automático, dispositivos de agricultura inteligente falsos, vacas sin cuernos transgénicas, una app para detectar la homosexualidad mediante un test de ADN… La tecnología no siempre funciona bien.

La tecnología supone una gran ayuda en todos los ámbitos de nuestra vida. Sin embargo, también puede fallar. Y cuando lo hace, puede ser de forma realmente estrepitosa. MIT Technology Review repasa los mayores fallos tecnológicos que se han producido en 2019.

Debido a su gravedad, encabeza la lista el fallo en el piloto automático del Boeing 737 Max 8. Una aeronave de este modelo de Boeing se estrelló en Indonesia al poco tiempo de despegar. Meses después, sucedió lo mismo con un avión de Etiopian Airlines.

En ambos casos, los pilotos tuvieron que enfrentarse a un sistema de piloto automático que estrelló los aviones. En apenas unos segundos, las aeronaves dejaban de ejecutar un despegue normal y entraban en barrena a gran velocidad, dejando a los pilotos escaso tiempo para reaccionar a un control de vuelo que apenas conocían. Estos siniestros han originado miles de millones de pérdidas para Boeing y han paralizado la actividad de sus 737 Max 8.

El segundo de estos fallos tecnológicos es más bien un fake. Se trata de OpenAg, un proyecto de agricultura de alta tecnología del arquitecto Caleb Harper, desarrollado en el seno del MIT Media Lab. En la presentación de dicho proyecto, Harper mostró unas cajas hidropónicas con leds multicolores que, según explicaba, emplearían la inteligencia artificial para medir millones de combinaciones de luz, temperatura y humedad.

Todo ello se revistió de palabrería tecnológica, con términos como “agricultura cibernética”, “pirateo climático”, “código abierto” o “microbioma”. Pero no eran más que cajas de cultivo hidropónico convencionales, que ni siquiera funcionaban bien. Pese a ello, captó la atención de los medios y mucha financiación. En abril, Harper llegó a anunciar que se había empleado machine learning para cultivar la albahaca “probablemente más deliciosa” que se hubiera probado nunca.

Los trabajadores del proyecto hicieron saltar la alarma en septiembre. Denunciaron a los medios que las fotos que se ofrecían eran resultado de sesiones de fotos falsas, que se hacían colocando en las cajas plantas compradas, según recogía Business Insider.

El tercer fallo tecnológico también se refiere a un avance en el sector primario. En este caso se trata de la propuesta de Recombinetics, una compañía que afirmaba haber creado vacas lecheras sin cuernos, gracias a la utilización de edición genética y cría de precisión, pero sin técnicas de ingeniería genética. Es decir, que no eran lo que se conoce como popularmente como ‘transgénicos’, por lo que tenían sus vacas no tenían que ser reguladas, como explica MIT Technology Review.

Sin embargo, había un problema. La Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos, (FDA, por sus siglas en inglés) analizó la secuencia del genoma de uno de los animales editados y descubrieron que su genoma contenía un fragmento de ADN bacteriano que incluía un gen que creaba resistencia a los antibióticos. Se trataba de una inserción involuntaria de ADN de una especie diferente, que tuvo lugar durante el proceso de edición genética y que la compañía no lo había detectado. Sin embargo, ese error hacía que sí que fueran transgénicos, no 100% bovinos.

El siguiente caso es la aplicación móvil ‘How Gay Are You?’, lanzada pocas semanas después de conocerse un estudio que identificaba genes asociados con el comportamiento homosexual. La app prometía usar esos hallazgos para calcular el nivel de homosexualidad de cualquier persona, a partir de un kit de prueba de ADN.

La aplicación no fue capaz de sobrevivir a la idea de que haya un gen único que condicione la orientación sexual de una persona. Además, puso en tela de juicio la validez de la investigación original para tratar de explicar el comportamiento homosexual.

El siguiente ejemplo se trata más bien de una temeridad que de un fallo tecnológico. La ONG estadounidense Arch Mission aprovechó el lanzamiento de un módulo lunar israelí para añadir secretamente contenidos a la carga útil de la misión.

Arch Mission incluyó unas criaturas microscópicas llamadas osos de agua o tardígrados, que pueden sobrevivir en estado latente en condiciones difíciles, y quizá incluso en la Luna.

Esta acción vulnera los principios de protección planetaria, con el riesgo de contaminación de otros entornos con vida terrestre. Además, podría desvirtuar futuros hallazgos de vida fuera de nuestro planeta. Esta ONG se plantea como misión crear una ‘copia de seguridad’ de la Tierra, por lo que prueba tecnologías para generar archivos duraderos, como asegurar la información en hebras de ADN o encapsular insectos en ámbar artificial.

Otro fiasco tecnológico fueron los modelos de los teléfonos plegables Samsung Galaxy Fold suministrados para las primeras reviews de producto. Estos dispositivos se rompieron o delaminaron y se llenaron de suciedad, por lo que la compañía surcoreana pospuso el lanzamiento del teléfono, con el fin de introducir mejoras para endurecer la pantalla. Samsung reconoció que los defectos podrían estar asociados a una bisagra débil y a sustancias encontradas dentro del dispositivo.

Apple tampoco se escapa. En este caso, se trata de las tarjetas de crédito Apple Card, que mostraron un sesgo machista. El algoritmo concedía un límite de crédito 10 veces superior a un emprendedor tecnológico que a su esposa, aunque sus activos sean comunes. La compañía de la manzana y Goldman Sachs, el banco que respalda la tarjeta, no dijeron cuál era el problema que condicionaba esos resultados.

Facebook también ha sufrido problemas con el sesgo en su publicidad. Los anuncios de taxistas en la red social se mostraban automáticamente con más frecuencia a las minorías; mientras que los trabajos de supermercado se presentaban con mayor asiduidad a las mujeres.

Cierra lista un despropósito tecnológico: el ‘apagón’ de internet en varios países. Los gobiernos federales y locales de la India han cortado la conectividad a internet 90 veces a lo largo del año, como medida de control cuando surgen protestas. Y el ejemplo está cundiendo en otros países, como Pakistán, Turquía, Irán, Sudán y Benin, donde se han producido cortes similares por parte de sus gobiernos.