Mortal Kombat: Shaolin Monks

Los hay que saben adaptarse a los tiempos y los que no. Mortal Kombat demuestra su sapiencia presentándonos un divertidísimo juego que da un paso más en su evolución al tiempo que conserva gran parte de su filosofía original.

Mortal Kombat es una de esas sagas que se ha ganado a pulso su puesto entre los recordados por los jugones desde hace muchos años. Su combinación de excelente nivel de jugabilidad, acción feroz y brutal presentación hizo que en su momento se convirtiera en todo un fenómeno. Sin embargo, han pasado muchos años desde ese primer MK en las máquinas recreativas, y ahora llega remozado a nuestra PlayStation 2, sacando un pie del país de los juegos puros de lucha para incorporar componentes de acción y plataformas. Las buenas noticias son que el movimiento ha sido bien realizado, con lo que Mortal Kombat: Shaolin Monks se convierte en un título imprescindible para los aficionados al género, además de un juego extremadamente divertido.

Ya sé kung-fu

Inicialmente podremos elegir empezar la acción con uno de los dos personajes a nuestra disposición: Liu Kang o Kung Lao, aunque también podremos pinchar el otro mando a la consola y disfrutar de la fiesta en acción coordinada. La acción comenzará inmediatamente después de vencer a Shang Tsung en el torneo que pone el nombre original al juego, ya que éste se niega a aceptar su derrota y lleva la lucha fuera de los límites establecidos por los Dioses. Controlando nuestro personaje, recorreremos una gran cantidad de localizaciones, desde la guarida de Goro hasta templos impíos en la región del Netherworld, pasando por la academia Shaolin o bosques plagados de arboles malignos. Nuestro héroe dispondrá inicialmente de una cantidad limitada de golpes y movimientos, algo que, a base de conseguir puntos de experiencia, podremos ir solventando para ampliar el repertorio. Por supuesto, además de las múltiples y vistosas técnicas (diferentes para uno u otro personaje), también podremos aprender combos, movimientos especiales que facilitarán nuestros movimientos por los peligrosos escenarios por los que viajaremos y, por supuesto, fatalities y otros salvajes movimientos especiales especialmente orientados a la destrucción masiva de enemigos.

Desde luego, el juego conserva ese brutal estilo que lo caracteriza, y además enlaza perfectamente todo este tipo de elementos para que los combates terminen siendo, con el suficiente entrenamiento de nuestra parte, casi más una coreografía de gracilidad y sangre. El dominio de los personajes es además fácil de conseguir, no solo por lo bien diseñado de los esquemas de movimientos y mapeado de teclas del mando, sino por que dispondremos además en todo momento de pequeñas ayudas para ir aprendiendo las técnicas nuevas, aparte de poder consultarlas en los menús de juego cuando tengamos alguna duda.

Siendo ahora un juego en 3D y tercera persona, se han añadido también elementos típicos de juegos de plataformas, como situaciones en las que tendremos que hacer auténticas cabriolas acrobáticas para llegar a determinados sitios, o hacer pruebas de velocidad de pulsación de teclas, etc. Estos elementos están perfectamente integrados en la acción clásica de combate, aportando un soplo fresco a la frenética acción.

Técnicamente, el juego también demuestra un gran nivel. Tanto el diseño de decorados, como el modelado de aliados y enemigos está realizado con bastante detalle, y forman un conjunto armónico que encaja a la perfección. Se ha hecho también buen hincapié en dar énfasis a los efectos sangrientos, por lo que los amantes del gore característico de la serie no se verán desde luego defraudados. La música y el sonido también está a la altura, y el juego cuenta además con una traducción al español perfectamente realizada.

En resumidas cuentas: Mortal Kombat Shaolin Monks es un divertido y completo juego que mezcla combates brutales con divertidos elementos de aventura y plataformas de forma extremadamente efectiva, todo ello con un nivel técnico elevado. Una excelente elección para cualquier jugador que quiera pasar un buen montón de horas pegado a su consola.

Julio Canto