La mujer fue deportada en julio de 2007 tras entrar ilegalmente en Japón. Cuentan las crónicas que ha logrado regresar con un pasaporte falso y pequeños trozos de cinta adhesiva pegada en sus dedos, para saltar el control de las máquinas lectoras de huellas digitales instaladas en Japón.
45 millones de dólares costaron estos sistemas biométricos que fueron instalados en 30 aeropuertos japoneses. Un sistema mostrado inseguro como método de autenticación en servicios críticos como este. Los funcionarios nipones creen que usando la sofisticada técnica de la cinta aislante, el paso por los aeropuertos japoneses puede haber sido un coladero.
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