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Ciberokupas: los especuladores de internet

El primer ciberokupa fue el que tuvo la gran idea: en los inicios de Internet y de los dominios, pocas compañías se habían dado cuenta del potencial que una página web podía tener para sus estrategias de marketing. Cuando, años después, decidieron montar su web y comprar su dominio, muchas se encontraron con una desagradable sorpresa: su dominio ya había sido registrado por otra persona.

Esa persona al otro lado, el ciberokupa visionario que adquirió el dominio antes que la propia marca, podía actuar de varias maneras: en el mejor de los casos, se trataba de un fan de la compañía que había iniciado la web para rellenar el vacío que encontraba. Este ciberokupa pacífico devolvería el dominio sin problemas. Las otras posibilidades eran menos amables: ciberokupas que utilizan la página para publicidad, aprovechándose del tráfico que el nombre atrae, o ciberokupas detractores de la marca, que utilizan la página para hablar mal de ellos. En ambos casos, su petición a la compañía en cuestión suele ser muy simple: una gran suma de dinero.

Eso era, claro está, cuando todo empezaba, cuando Internet estaba en pañales y las compañías todavía daban palos de ciego en la red. Ahora hay leyes y expertos en las empresas que evitan que estas situaciones ocurran, por lo que la ciberokupación debería ser una práctica en decadencia. ¿Es así? Nada más lejos de la realidad: según datos de la World Intellectual Property Organization (WIPO), 2010 volvió a batir un nuevo récord en denuncias por ciberokupación.

Los ciberokupados: pagar o esperar

La lógica seguida por los ciberokupas para saber que su actividad es todavía rentable es aplastante: si una compañía quiere arrebatarles el dominio a través de denuncias y juicios, tendrá que esperar varios meses (con suerte) hasta lograrlo. Mientras tanto, esa página web que debería ser suya estará vacía, con publicidad, o con contenidos en su contra, algo que no es en ninguno de los tres casos beneficioso para una marca.

La opción que les queda y a la que recurren muchas grandes compañías es la de llegar a un acuerdo con el propietario del dominio antes de que el juez decida, un acuerdo que, en la mayor parte de los casos, supone un desembolso económico bastante importante por parte de la marca.

De ahí que las cifras de la WIPO no muestren signos de decaimiento en la práctica del cybersquatting: si bien en 2009 hubo un pequeño descenso con respecto al año anterior, en 2010 se alcanzó un nuevo récord con 2.696 denuncias en todo el mundo. La tendencia en lo que va de año, además, indica que 2011 podría suponer un nuevo récord, ya que entre enero y marzo ya ha habido más denuncias que durante el mismo periodo del año pasado.

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Ana Bulnes

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