Según parece, la policía registró varios ordenadores en el domicilio de la abuela, y encontró allí los más de 30.000 archivos que compartía la mujer, cuyo valor superaría los 62.000 euros.
La condenada, que responde al nombre de Anne Muir, reconoció ante el juez haber descargado y compartido esos archivos, y que eso suponía una violación de las leyes de derechos de autor escocesas vigentes desde 1998.
Los abogados de la enfermera señalaron en su defensa que no pensaba lucrarse con esos archivos, si no que lo hizo simplemente para mejorar su autoestima durante una depresión.
Finalmente, el juez optó por condenar a la abuela escocesa a tres años de libertad condicional, en la que se incluye también la obligatoriedad de someterse a tratamiento psiquiátrico.
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