Una nariz humana contiene más de 100 receptores que trabajan juntos para separar las moléculas de los objetos que encuentran. Esta habilidad es además mejorada por una fina cama de mocos que, añadida a las partículas de polen y polvo, disuelven los olores y producen algunas moléculas que llegan a los receptores del olor de forma progresiva. Nuestro cerebro traduce los distintos tiempos de llegada en las distintas variedades de olores.
Las narices electrónicas no tienen mucho que ver con las humanas y sólo contienen unos 50 sensores. Científicos de la Universidad de Warwick y Leicester, en Inglaterra, han conseguido el mismo efecto cubriendo una nariz electrónica con un moco artificial hecho de una mezcla de polímeros. El moco hecho por estos científicos permite a sus dispositivos oler la diferencia entre la leche y un platano, algo imposible hasta ahora.
“Nuestro moco no sólo mejora la discriminación de los olores sino también permite reducir el tiempo de análisis”, explica el director del proyecto, Julian Gardner, de la Universidad de Warwick.
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