Se había rumoreado en varias ocasiones, siempre que se buscaba “el próximo Instagram”, la próxima startup por la que Facebook estaría dispuesta a desembolsar mil millones de dólares, Whatsapp aparecía en las quinielas. Tenía bastante sentido: Facebook no había logrado entrar en el mundo de la mensajería instantánea móvil, ni con su Facebook Messenger, ni a golpe de talonario, tras el rechazo de Snapchat. Whatsapp y sus 450 millones de usuarios parecían una buena opción, pero ¿querría la startup unirse a la red social?

Surgía siempre alguna voz idealista que opinaba que no, ya que ambas empresas tienen unos principios bastante diferentes. Whatsapp siempre se distinguió por no querer introducir publicidad en su servicio (consideraban los anuncios “un insulto a la inteligencia” de los usuarios), por no querer hacer negocio con todos los datos e información que sus usuarios día tras día introducen en la app. Facebook es todo lo contrario: los anuncios están a la orden del día y, como Google, es consciente de que su producto real son los usuarios, un producto que ofrece a su cliente real, los anunciantes.

¿Cómo iba Whatsapp a aceptar entrar en Facebook?, decían los más idealistas, los que más confiaban en esa visión de Jan Koum y Brian Acton. Los mil millones de Instagram no serían suficientes. Y, efectivamente, posiblemente por mil millones desde Whatsapp se habrían limitado a reírse de Mark Zuckerberg. Pero el CEO de Facebook puso una oferta sobre la mesa simplemente irrechazable: no eran mil simples millones, eran 19.000 millones. Y la promesa de que Whatsapp no cambiará y de que uniendo fuerzas harán del mundo un lugar mejor.

Pero ¿quién confía realmente en que esto vaya a ser así? Si hay algo que Facebook aporta a todas las startups que compra es ese halo de desconfianza que de pronto empiezan a tener los usuarios. Pasó con Instagram, especialmente tras el cambio en las condiciones de privacidad, y pasará ahora con Whatsapp. ¿Significa esto que sus usuarios vayan a empezar a huir? La experiencia dice que no: como cada vez que Facebook cambia algo, como cuando fue lo de Instagram, habrá amenazas de no volver a usar el servicio. Pero en la mayor parte de los casos no pasarán de ahí.

¿Es Google el bueno de la historia?

Toda esta historia de idealismos y decepciones tiene un curioso efecto colateral: Google está apareciendo como el bueno de la historia, como el que quería proteger a Whatsapp de caer en las garras de Mark Zuckerberg y tener que renunciar a todos sus principios. O por lo menos ese es el discurso que parecen haber escogido los de Mountain View.

Poco después de anunciarse la compra de Whatsapp por parte de Facebook, apareció la otra noticia: Google también lo había intentado y habían dejado claro que estaban dispuestos a pagar más de 19.000 millones de dólares por la app (aunque en un principio aofrecieron “solo” 10.000 millones). El discurso de Larry Page era claro: “venid a Google, podréis mantener vuestra compañía independiente. Sois una amenaza para Facebook”.

¿Por qué acabó Whatsapp en manos de Facebook si Google estaba dispuesto a ofrecer más? Muy sencillo: el discurso de Larry Page no fue el adecuado. La sensación que llegó a Koum y Acton fue que lo único que interesaba a Google era mantener a Whatsapp fuera del alcance de Facebook. Whatsapp no suponía un gran problema para Google cuando no pertenecía a nadie, pero en manos de uno de sus mayores competidores todo cambia. Koum y Acton no se sintieron realmente deseados y se fueron con Zuckerberg, que les prometió amor e independencia.

Nadie se cree lo de que nada va a cambiar y lo de que Whatsapp va a seguir siendo independiente (quizá Koum y Acton sí), y desde Google han dicho que eso era simplemente lo que querían ellos con su contraoferta. Permitir a Whatsapp poder seguir siendo lo que eran, porque ellos no lo iban a cambiar. Comprar a Whatsapp era un acto altruista, 20.000 millones de dólares para salvar a la app de tener que unirse al malvado Facebook. El problema, claro, es que en temas de bondad y privacidad Google tiene tanta credibilidad como Facebook. Y Whatsapp decidió creer en el amor. Por si lo de la independencia al final no era cierto.

Ana Bulnes

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