Emprender en España sí se puede

La delicada situación del país no frena las aspiraciones de los más valientes y brillantes. Un cambio en la cultura inversora y agilizar los trámites burocráticos son las mejores bazas para fomentar el emprendimiento español.

Las trabas de la administración

Más que el dónde importa el cómo y, por supuesto, el para qué. “Vivimos en un mundo interconectado y nadie es el centro del universo”, afirma Vidal. “No hay duda de que la población española ha recibido el mensaje acerca de la importancia que tiene el emprendimiento como motor para superar el actual escenario económico, pero el entorno no siempre favorece sus aspiraciones”, prosigue.

“Los emprendedores necesitan rapidez, tanto en la firma de contratos como en los trámites de financiación. Todo lo que sea eliminar procesos burocráticos viene muy bien”, considera Moneo. Según Márquez, “el marco administrativo de España no es el más apropiado de la Unión Europea a la hora de fomentar el emprendimiento. En el Reino Unido, por ejemplo, los profesionales independientes tienen ventajas fiscales hasta alcanzar una facturación determinada que, por cierto, es relativamente alta”.

Favorecer los nuevos proyectos de innovación con menos trabas para reclutar talento, o con un marco fiscal y financiero más proclive para emprendedores es crucial. “El problema es que la estructura de legislación laboral en España marca una diferencia muy profunda, como si se tratase de mundos ajenos entre empleados y empleadores, con un sistema que complica que todo el mundo participe como miembros de un auténtico equipo de partners, lo que hace que un proyecto sea exitoso hoy en día”, expone Dentzel.

Algunos conceptos arraigados constituyen una barrera para el fomento del emprendimiento español. Además de la tradicional cultura de “invertir en ladrillo” existe un gran problema estructural en la educación. “En España se emplea mucho tiempo en memorizar cosas, en vez de aprender cómo aprender. En los países nórdicos la preparación es mucho mejor y se nota que la gente sale de la universidad más preparada”, confiesa Dentzel. Por su parte, Pedro Moneo opta por la inclusión del emprendimiento en los planes de estudio de los más pequeños. “Entre los 8 y los 15 años es una edad muy importante para inculcar muchas actitudes”, asegura.

Los emprendedores son supervivientes natos. Sin riesgo no hay posibilidad de éxito y los buenos proyectos triunfan pese a las adversidades. Ser inconformistas, vocacionales, incrédulos, competitivos y persistentes puede ser la clave. Para Moneo “fracasar no es una excusa. Lo importante es ganar. Hay que querer ser el número uno y tener aspiraciones para cambiar el mundo”.