El periodista americano describe así la experiencia: “resulta un poco espeluznante. El sonido se transfiere a través de las cedras del cepillo hasta los dientes, y de ahí directamente al oído, de modo que puedas escuchar la música cuando tienes el cepillo en la boca. Como el volumen está relacionado con la presión, puedes subirlo apretando más el cepillo a los dientes. Desgraciadamente, se oye mejor cuando no te estás frotando los dientes, algo que los niños aprenden rápido. El botón de encendido es a prueba de babas.”
Y todo por 10 dólares.
vINQulos
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