Y es que, la legislación es clara en este sentido. En España se aplica un Real Decreto (208/2005), que deriva de una directiva comunitaria sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos. Su objetivo es “establecer medidas para prevenir la generación de residuos procedentes de aparatos eléctricos y electrónicos, reducir su eliminación y la peligrosidad de sus componentes, así como regular su gestión para mejorar la protección del medio ambiente”. Además, existe otra norma comunitaria, la Directiva Marco sobre residuos, aprobada en 2008, que en estos momentos está siendo trasladada al ordenamiento jurídico español. Desde el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino han fijado como fecha tope para terminar este proceso el próximo mes de diciembre.
Dos instrumentos fuertes que, sin embargo, no pueden evitar que determinados países del Tercer Mundo se conviertan en auténticos vertederos ilegales de estos residuos peligrosos. La Agencia Europea del Medio Ambiente denuncia que estos desechos, “a menudo se desmontan en África y Asia con escasas o nulas medidas de protección personal o de control de la contaminación”. “Muchas veces, los componentes se queman al aire libre para recuperar los metales, emitiéndose generalmente partículas de cenizas volantes cargadas de metales pesados y otros materiales tóxicos que aumentan la exposición humana y la contaminación de los alimentos, el suelo y las aguas superficiales”, explican desde el organismo.
Y aunque esté prohibido exportar este tipo de residuos a países ajenos de la OCDE, sí se permite exportar, por ejemplo, un televisor que funcione correctamente. Y con esa excepción, se hace la trampa. “Se dice que estos aparatos son de ayuda al desarrollo pero cuando llega el contenedor, por ejemplo, a Ghana, como hemos visto, el 90% de los aparatos no valen para nada, porque ni arrancan”, denuncia Julio Barea.
Una vertiente amarga dentro del universo de posibilidades que abren los nuevos dispositivos electrónicos. “Estamos convencidos de que las nuevas tecnologías son fundamentales para avanzar hacia la sostenibilidad porque son claves para mejorar la eco-eficiencia y los procesos de producción. En definitiva, para llegar a conseguir una economía más desmaterializada”, apunta esperanzado Luis Jiménez. Mientras tanto, Marta, seguirá con su viejo teléfono móvil hasta que, finalmente, se rompa.
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