Las palabras traducidas se envían a través de unos altavoces o auriculares informatizados al mismo tiempo que se producen las palabras, lo que, desde la perspectiva de una tercera persona, parecería como una conversación normal.
El dispositivo se basa en la subvocalización, los pequeños y casi imperceptibles movimientos musculares que se producen en el cuello y en la cara cuando hablamos. El dispositivo de esta universidad de Pittsburgh no es exactamente un lector mecánico de los labios. Los electrodos tienen que ser colocados sobre la piel del que habla; pero en el futuro, el sistema podría funcionar con cámaras.
Actualmente, la Universidad tiene ya dos dispositivos, uno para traducir del chino al inglés y otro para traducir del inglés al español y el alemán. De momento, la base de datos es pequeña: 100 a 200 palabras y la máquina tiene una precisión del 80 por ciento.
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